El Reino de Dios no aparece de modo espectacular: Comentario 01 de Febrero del 2019

                                                                                       Padre Manuel de Jesús de los Santos
                                                                                      Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
                                        Parroquia Santa Marìa de los Ángeles



El Reino de Dios sigue un proceso, tanto en la persona como en la sociedad. Quien trabaja al servicio del Reino ha de comprender esta realidad apostólica. No conviene precipitar o retrasar los tiempos en que una persona o la comunidad pueden aceptar y comprometerse con el Reino de Dios. Además, se debe tener en cuenta que una parte toca al sembrador, pero hay otra de la que se encarga el Señor. Él es el que da el crecimiento y el que pone el ritmo en el que progresa el Reino. En algunos casos la decepción apostólica se debe a la precipitación de la acción, o a la excesiva lentitud o mezquindad en el trabajo, así como a la falta de fe.
Ordinariamente, es preciso esperar las sucesivas etapas por las que se deba pasar la Palabra de Dios, hasta que llegue a convertirse en vida. En primer lugar, hay que leer u oír la Palabra; luego conservar esa Palabra en nuestro interior, para meditarla con detención y en profundidad, tratando de descubrir todo su alcance y toda su potencialidad; finalmente, llegará la etapa en la que habrá que convertir en vida esa Palabra, ya que éste es su término y su finalidad.
La semilla crece en nosotros, pero es tan pequeña…sólo Dios puede dar fuerza a la debilidad y nosotros nos dispondremos a la fecundidad de esa semilla en nuestro espíritu, si sabemos decir que sí como la Virgen María,  en todo momento a la Palabra de Dios.
Por eso necesitamos ser cristianos fieles a la Palabra y constantes en nuestra manera de vivir y de obrar. No podemos dejar a un lado lo que Dios ha comenzado en nosotros, o distraernos y desviarnos del llamado divino, o caer en el desánimo y pesimismo relativizando la propuesta de Cristo; la Palabra necesita de cristianos llenos de fe y apasionados, dispuestos a tener paciencia, que no se desesperen, sino que sepan esperar para que se puedan contemplar los frutos de la acción fecunda de Dios y la colaboración humana. Dios es el que lanza el llamado a trabajar por el Reino, y el hombre es el que responde con su sí generoso. Por eso, no dejemos que nos gane la pereza, la inconstancia y la autosuficiencia, más bien, reguemos la semilla sembrada con el agua de la oración.
Jesús propone una nueva concepción del Reino a sus contemporáneos. El judaísmo profesaba que los signos del Reino divino debían ser visibles. Pero ahora se afirma que se incuba en lo pequeño, que incluso puede pasar desapercibido en sus inicios, pero se hace notorio con el tiempo. Más que en lo espectacular, el reino de Dios se da allí donde se siembra para la vida, sea en lo pequeño o en lo grande. En no pocas ocasiones el Señor se presenta en lo pequeño y despreciable.
Por ello, en nuestra vida, dejémosle espacio al silencio para meditar y aclarar las ideas, no busquemos lograr que los demás sepan o se enteren de lo que estamos haciendo, no  busquemos la vanagloria, los aplausos o la popularidad; dejemos espacio a la vida interior, a la oración, a la sencillez de corazón, a la humildad y estaremos por buen camino para que el Reino de Dios vaya creciendo.

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