Conversión de San Pablo: Comentario 25 de enero del 2018
Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Hoy
celebramos la conversión de San Pablo, en él encontramos estos aspectos:
1.- Pasado.
San Pablo era un judío de nacimiento, fariseo, de clase social media, educado
por Gamaliel bajo la estricta doctrina, defensor y celoso de la ley y, por
eso, perseguidor de cristianos para
llevarlos a la cárcel y apedrearlos.
Como
San Pablo, también nosotros tenemos un pasado no tan claro, tal vez, sino un
tanto turbulento y desordenado. Alejados de Dios, y por eso, sumergidos y
dominados por el pecado: avaricia, envidia, borrachera, asesinato, adulterio,
mentira, etc. De alguna manera, mantenernos alejados de Dios nos hace caer en
una serie de tentaciones que hacen que nuestra vida se convierta en un caos y
que transitemos por caminos equivocados y llenos de insatisfacción. Cuando no
queremos abandonar nuestro pecado experimentamos la muerte del alma, una
especie de vacío existencial.
2.- Encuentro.
De alguna manera, a pesar de que muchas veces pretendamos vivir alejados de
Dios, Él nos busca porque nos ama, porque quiere que nos salvemos. “Dios quiere que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad”. Dios interrumpe nuestros planes
suicidas, nuestra vida programada para hacer lo malo y nos muestra una luz para
que cambiemos de dirección, salgamos de las confusiones y no vivamos más en las
tinieblas de la ignorancia y del error.
Hace
falta dejarnos encontrar por la Misericordia de nuestro buen Dios, dejemos que
Él ilumine nuestra vida con la luz de su Espíritu para que ya no vivamos más
dominados y esclavizados por el pecado, sino como hombres libres y abiertos a
la verdad y al amor. Dejémonos perdonar por Jesús, dejemos que el cure nuestras
heridas, para que todas nuestras angustias vayan quedando liquidadas. “Ya no soy yo el que vive, es Cristo quien
vive en mí”.
3.- Diálogo, conocimiento.
“¿Quién eres Señor?, y la voz me dijo: Yo
soy Jesús de Nazaret a quien tú persigues”. Dios se aparece para hacernos
descubrir su identidad y su grandeza. Nosotros, pobres, débiles,
insignificantes y Él lleno de poder y de gracia. Nadie se compara con lo que Él
es y con lo que es capaz de hacer. Para Él nada es imposible; el hombre sin
Dios no es nadie, mientras que con Dios es.
Cuando
el hombre desconoce a Dios siente que lo puede todo, se llena de orgullo y
presunción, egocéntrico y altanero, individualista y poderoso. El hombre sin
Dios es peligroso; pero con Dios descubre la fuerza del amor y del perdón, se
abre a la vida y al don de la gracia. Por eso, descubramos que nuestra mayor
fortaleza nos la da Dios, y que sin Él nuestra existencia es como una hoja que
se lleva el viento.
Acerquémonos
más a Jesús, conozcámoslo mejor, acudamos a Él con más frecuencia a los
sacramentos, a la oración, a la escucha y meditación de su Palabra, en la
medida en que tengamos más deseo de conocerle, nuestras heridas van a ir siendo
curadas poco a poco y nuestra ceguera va a ir desapareciendo. Su Palabra es
luz, Él es la Luz.
4.- Misión. “¿Qué debo hacer Señor”. La
oración colecta de hoy, propia de la fiesta, dice: “Dios nuestro, que
instruiste a los pueblos mediante la predicación del apóstol San Pablo, concede
a quienes hoy celebramos su conversión, que imitando sus ejemplos, nos
acerquemos a ti y seamos en el mundo testigos de tu verdad”. La conversión de
San Pablo es un gran acontecimiento: él pasa de perseguidor a convertido, es
decir, a ser servidor y defensor de la causa de Cristo. Hemos de preguntarnos
muy a menudo: ¿Cuántas veces me he quedado con el papel de perseguidor?; hace
falta, como San Pablo, convertirnos de perseguidores a servidores y defensores
de Jesucristo.
“Esta
es la revolución que puede desbaratar los grandes poderes de este mundo: la
revolución del servicio” (Papa Francisco).
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