“Todos por el Bautismo, somos templos de Dios”: Comentario 09 de Noviembre del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Hoy que es la fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán, tomamos el texto de la segunda lectura del oficio de lectura de la Liturgia de las Horas:
<<Hermanos, muy amados, celebramos con gozo y alegría, por la benignidad de Cristo, la dedicación de este templo; pero nosotros debemos ser el templo vivo y verdadero de Dios. Con razón, sin embargo, celebran los pueblos cristianos la solemnidad de la Iglesia madre, ya que son conscientes de que por ella han renacido espiritualmente. En efecto, nosotros, que por nuestro primer nacimiento fuimos objeto de la ira de Dios, por el segundo hemos llegado a ser objeto de su misericordia. El primer nacimiento fue para muerte; el segundo nos restituyo a la vida.
Todos nosotros, amadísimos, antes del Bautismo fuimos lugar en donde habitaba el demonio; después del Bautismo nos convertimos en templos de Cristo. Y, si pensamos con atención en lo que atañe a la salvación de nuestras almas, tomamos conciencia de nuestra condición en templos verdaderos y vivos de Dios. Dios habita no sólo en templos levantados por los hombres ni en casas hechas de piedra y de madera, sino principalmente en el alma hecha a imagen de Dios y construida por él mismo, que es su arquitecto. Por esto dice el apóstol Pablo: “El templo de Dios es Santo: ese templo sois vosotros”.
Y ya que Cristo, con su venida, arrojó de nuestros corazones al demonio para prepararse un templo en nosotros, esforcémonos al máximo, con su ayuda, para que Cristo no sea deshonrado en nosotros por nuestras malas obras. Porque todo el que obra mal deshonra a Cristo. Como antes he dicho, antes de que Cristo nos redimiera éramos casa del demonio; después hemos llegado a ser casa de Dios, ya que Dios se ha dignado hacer de nosotros una casa para sí.
Por esto, nosotros, carísimos, si queremos celebrar con alegría la dedicación del templo, no debemos destruir en nosotros, con nuestras malas obras, el templo vivo de Dios. Lo diré de una manera inteligible para todos: debemos disponer nuestras almas del mismo modo como deseamos encontrar dispuesta la Iglesia cuando venimos a ella.
¿Deseas encontrar limpia la basílica? Pues no ensucies tu alma con el pecado. Si deseas que la basílica esté bien iluminada, Dios desea también que tu alma no esté en tinieblas, sino que sea verdad lo que dice el Señor: que brille en nosotros la luz de las buenas obras y sea glorificado aquel que está en los cielos. Del mismo modo que tú entras en esta Iglesia, así Dios quiere entrar en tu alma, como tiene prometido: “Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos”>> (Sermón de San Cesáreo de Arlés, Obispo).
“La Iglesia es un pueblo vivo, reavivado por la animación del Espíritu Santo. Un edificio espiritual, construido con piedras vivas, en el que vive y se mueve con soberana libertad el Espíritu Santo. Es Él quien incesantemente hace crecer a la Iglesia preservando su índole santa y su origen divino. Hay una comunión de tipo “sociológico” y una de tipo “peneumatológico”. La primera ve al hombre como protagonista; la segunda al Espíritu Santo. Es Él quien nos hace vencer la tristeza del yo y nos conduce a la alegría del nosotros” (Papa Francisco).
Comentarios
Publicar un comentario