San Andrés, Apóstol: Comentario 30 de Noviembre del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
<<Andrés,
después de haber estado con Jesús y haber aprendido de él muchas cosas, no
guardo para sí este tesoro, sino que se apresuró a acudir a su hermano, para
hacerle partícipe de su dicha. Fijémonos en lo que dice a su hermano: “Hemos encontrado al Mesías” (traducido
quiere decir Cristo”). ¿Te das cuenta cómo empieza, ya desde este momento,
a enseñar lo que en breve tiempo había aprendido? Con ello demuestra la
eficacia del Maestro, que tan convencidos los había dejado, y su propio interés
y diligencia, manifestada ya desde el primer momento. Este mensaje, en efecto,
es propio del alma que anhela ardientemente la llegada del Señor, que espera su
venida del cielo, que se llena de gozo con su aparición y que se apresura a
anunciar a los demás algo tan grande. Ésta es la prueba del verdadero y sincero
amor fraternal, el mutuo intercambio de bienes espirituales.
También
es digna de notar la docilidad y prontitud de ánimo de Pedro. Al momento, sin
dilación, acude a Jesús. Y lo presentó –dice- a Jesús. Pero no debemos
extrañarnos de esta facilidad de Pedro, que acude sin previo examen. Lo más
cierto es que su hermano le explicara todas estas cosas con detalle; pero es
que los evangelistas lo explican siempre todo de manera resumida, por razón de
brevedad. Por lo demás, tampoco dice que hubiese creído al instante, sino: Y lo
presentó a Jesús, para ponerlo en sus manos y para que fuese él quien le
enseñase; pues estaba ahí en calidad de un discípulo más y a eso venía.
En
efecto, si Juan Bautista –cuando dijo: Es
el cordero, y: Bautiza con el
Espíritu- dejo a Cristo la última explicación de estas palabras, con mayor
razón lo hizo Andrés, ya que él no se consideraba capaz de explicarlo todo, y
por esto condujo a su hermano a la fuente de la luz, a la que éste acudió con
prisa y alegría, sin perder un instante>> (San Juan Crisóstomo).
Hoy,
entonces, que celebramos a San Andrés Apóstol, Jesús quiere darnos la misión de
ir a buscar a nuestro hermano que quizá se encuentre o viva perdido en las
tinieblas del pecado y obscuridad del error, alejado de la luz de la verdad que
es el mismo Jesucristo. Vayamos a buscar a nuestro hermano, porque Jesús nos da
el ejemplo primero cuando dice: “El Hijo
del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.
O
tal vez nuestro hermano no se encuentre totalmente perdido, quizá solamente un
poco alejado del verdadero camino que tiene que recorrer para llegar a su
verdadero destino. Acerquémonos a él para indicarle por donde ha de ir,
contemos con lujo de detalle como lo hizo
Andrés a Pedro (dentro de nuestras posibilidades), cómo ha de hacerle para
salir de su angustia y desesperación, cómo ha de hallar la senda que le lleve a
su último destino y fin.
Así
como Dios tiene un propósito para nuestra vida, también lo tiene para con nuestros
hermanos. Como Dios quiere salvarnos, también quiere salvar al hermano que
tenemos a nuestro lado. No seamos indiferentes, dialoguemos con él,
asistámoslo, sirvámosle, reconciliémonos con él si existe alguna enemistad o
indiferencia, pero sobre todo, hablémosle del amor infinito de Dios, hagámosle
sentir su abrazo, procuremos que él también se salve. Seamos puentes entre
nuestro hermano y Jesús. Tampoco seamos celosos, pues es a Jesús a quien deben
amar ante todo.
Una
vez que nuestro hermano se haya vuelto a Jesús, nos vamos a dar cuenta de la
gran satisfacción y felicidad que provoca estar a su servicio, todo por amor a
su Reino; es que, no existe mayor felicidad que se le compare. Pero aún más, la
alegría se vuelve completa, cuando nuestro hermano que se encontraba perdido,
ahora glorifica a Dios con su vida haciendo el bien y anunciando el evangelio.
Por eso, la mejor obra de caridad que podemos hacer es evangelizar. Si la fe
que vivimos no nos lleva a evangelizar, o a las obras de caridad, entonces no
es una auténtica fe.
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