Dar limosna quiere decir ser compasivos: Comentario 16 de Octubre del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Jesús
nos exhorta a vivir nuestra vida totalmente entregada a Él. Que sigamos sus
pasos, que lo imitemos, que no nos dejemos arrastrar por una vida maquillada y
aparente; que nuestra religiosidad involucre toda nuestra persona, no sólo los
pies, las manos, la boca y el resto del cuerpo, sino que también involucre lo
más íntimo: el corazón.
Muchas
veces queremos definir nuestra vida religiosa por la cantidad de cosas o
apostolados que hacemos; a veces podemos llegar a pensar que tal vez aquella
persona que hace más es la más religiosa, sin embargo, Jesús nos explica hoy,
que no es así; la persona que es más religiosa es la que ama más, la que se
compadece más, la que tiene misericordia por los demás.
Dar
limosna, no solamente quiere decir dar de las cosas materiales, o cumplir con
una serie de normas o leyes, quiere decir, ante todo, ser compasivos, sentir la
necesidad de los demás, dar la mano y con ella darse uno mismo.
Por
eso, en la primera lectura, encontramos que debemos mantener una fe activa,
movida por el amor. No estamos en el verdadero camino de Jesús sino procuramos
librarnos de nosotros mismos y de nuestros egoísmos para crecer en el amor de
Dios. Ayer, que celebramos a Santa Teresa de Jesús, encontrábamos en su
pensamiento que: “Amor saca amor”, o, de otro modo, “el amor engendra más
amor”, el que ama es capaz de transformar la realidad, y esa realidad que
transforma se reviste también del amor de Dios.
Hoy,
que recordamos y celebramos a Santa Margarita María Alacoque, encontramos en su
pensamiento que debemos conocer el amor de Cristo, que excede todo
conocimiento: “El sagrado corazón, en
efecto, es una fuente inagotable, que no desea otra cosa que derramarse en el corazón
de los humildes, para que estén libres y dispuestos a gastar la propia vida
según su beneplácito. De este divino corazón manan sin cesar tres arroyos: el
primero es el de la misericordia
para con los pecadores, sobre los cuales vierte el espíritu de la contrición y
de penitencia; el segundo es el de la
caridad, en provecho de todos los
aquejados por cualquier necesidad y, principalmente, de los que aspiran a la
perfección, para que encuentren la ayuda necesaria para superar sus
dificultades; del tercer arroyo manan el
amor y la luz para sus amigos ya perfectos, a los que quiere unir consigo
para comunicarles su sabiduría y sus preceptos, a fin de que ellos a su vez,
cada cual a su manera, se entreguen totalmente a promover su gloria.
Este corazón divino es un abismo de todos los
bienes, en el que todos los pobres necesitan sumergir sus indigencias: es un
abismo de gozo, en el que hay que sumergir todas nuestras tristezas, es un
abismo de humildad contra nuestra ineptitud, es un abismo de misericordia para
los desdichados y es un abismo de amor, en el que debe ser sumergida toda
nuestra indigencia”.
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