Recetas para ser felices: Comentario 12 de Septiembre del 2018

         Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
       Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 

          Parroquia Santa Marìa de los Ángeles 

Hoy Jesús, nos propone unas pequeñas recetas para ser felices y alcanzar la santidad en cualquier condición o estado de vida que nos haya llamado a vivir y a servirle.
 “Bienaventurados los pobres porque el Reino de Dios les pertenece”. A todos los pobres el Señor les promete un Reino y nada menos que el Reino de los cielos, “el Reino de Dios” como dice San Lucas; no ya un reino terreno lleno de zozobras y de temores, sino el Reino de Dios donde todo abunda, donde no hay dolor ni lagrimas, ni penas de ninguna clase, sino donde todo es paz, tranquilidad, alegría y felicidad, siempre.
Así es como paga Dios; vos le entregas tus pocas y pobres cosas, tus breves sufrimientos de la vida, tu corazón despojado de todo lo terreno y Él, en cambio, te sacia abundantemente con las riquezas de sus dones y de sus gracias, con la Alegría de su Reino y de su eterna posesión.
“Bienaventurados los que lloran”, es decir, aquellos que lloran sus pecados, sus miserias, Jesús mismo los habrá de consolar al concederles el perdón de los pecados. Bienaventurados los que lloran por sus penas, a veces con amargas lagrimas, pero que supieron hacerlo con paciencia y sin rebelarse; bienaventurados los que han sabido llorar por Dios, ofreciendo a Dios sus lágrimas aceptándolas con amor y por amor a Dios.
Indudablemente que es triste el sufrir, pero es mucho más triste el no saber sufrir ni saber porqué se sufre, ni para qué se sufre; el mundo todavía no ha descubierto el sentido del dolor; las demás religiones  que ha profesado el hombre no han podido dar una respuesta a este interrogante.
Es que Jesús en el evangelio nos descubre un doble sentido del dolor, una doble proyección del sufrimiento: un sentido de propia purificación (el dolor nos va haciendo más desprendidos de nosotros mismos), pero es preciso saber sufrir, sufrir por Dios, y un sentido de redención, cuando unimos nuestro dolor al dolor redentor de Jesús es también nuestro propio y personal sufrimiento un dolor redentor. 
Y esta es precisamente la causa de la verdadera alegría de nuestro sufrimiento; porque no nos fijamos en que sufrimos, sino que prestamos atención al hecho de que redimimos a la humanidad, al unir nuestro dolor con el dolor de Jesucristo clavado en la cruz.
“Bienaventurados serán cuando los hombres los odien a causa del Hijo del Hombre”. Jesús no llama bienaventurados a los que odian, sino a los que son odiados; y no solamente a los que son odiados, sino a los que son odiados a causa del Hijo del Hombre, a causa de Jesús; luego, lo que hace feliz no es el hecho de ser odiados, sino el ser odiados por Jesucristo, por ser discípulos de Jesucristo, por ser fieles a su mensaje.
Pero debes sentirte feliz de ser odiado por Jesucristo, sin que vos des motivos para que te odien. Porque si te odian porque vos das motivo para ello, te odiarán no por Jesucristo, sino por ti y en ese caso ya no te odian “a causa del Hijo del Hombre” y la causa de felicidad, la que produce la felicidad, no es el hecho de ser odiado, sino ese Cristo al que odian, cuando nos odian a nosotros por ser sus discípulos, por ser sus seguidores, por vivir en conformidad con sus leyes y principios.

De todas formas, ser odiado no es el ideal que debas proponerte, aunque sea por el nombre de Jesucristo, sino que debes practicar tu religión, debes vivir el evangelio de tal forma, irradiando tanta bondad y comprensión que, cuantos te vean, no reaccionen odiándote, sino admirándote y amándote.