La oración, el respiro de nuestro corazón: Comentario 11 de Septiembre del 2018

                                    

                                Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
                       Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
                                 Parroquia Santa Marìa de los Ángeles 


La vida de Jesús fue una vida de actividad fuera de lo común, de un dinamismo apostólico inalcanzable para nosotros y, sin embargo, a pesar de todo eso, Jesús “pasó toda la noche en oración con Dios, porque esto Jesús no lo hizo alguna vez, de cuando en cuando, algo así como a veces nosotros hacemos por ejemplo una “noche heroica” por un motivo o por otro; el Evangelio nos repite varias veces que Jesús pasaba la noche en oración, o se retiraba al monte para orar.
Debemos orar como una exigencia íntima de nuestro corazón; no perdamos el tiempo de debemos dedicar a la oración y esto aunque sea con pretexto del apostolado; aprende a dejar a los hombres por Dios, para que luego puedas dar a Dios a los hombres; no caigas en el error de pensar que todo lo que se hace por Dios es oración y así lanzarte a un torbellino de cosas que no te dejen tiempo ni humor para la oración.
Todo lo que se hace por Dios será oración, si verdaderamente se hace por Dios; pero no podrá hacerse verdaderamente por Dios, si previamente, antes de realizar esa acción, no se le ha dado vida por medio de la oración.
De todo esto puedes deducir que la oración más que un acto, un momento, unos minutos, es un ambiente en el que se debe desarrollar la actividad del hombre cristiano; es el respirar del corazón que no puede suspenderse, que en su espirar e inspirar tiene presente a Dios; es un mirar con fijeza y con dulzura el rostro de Dios y no apartar la vista de él en ninguna circunstancia por amarga y contraria que se la quiera suponer.
Pero si la oración es un ambiente, el hecho y el ejemplo que nos da Jesús de retirarse a orar, nos convence de que es preciso dedicar a la oración determinados momentos en el día y en la semana en los que te dediques a la oración, a la meditación de la Palabra de Dios de un modo consciente y profundo e intenso.
Cuantos mayores sean los problemas que te procuren y las angustias que te apenen, tanto más debes rezar y tanto mejor debe ser tu oración. Sé un hombre de oración y serás un hombre espiritual.
“Salía de Él una fuerza que sanaba a todos”. San Pablo nos habla de la fragancia de Cristo (2-Cor 2, 15); es la fragancia de la gracia y de las virtudes que nos asemejan a Cristo; todos estamos obligados a exhalar esa fragancia de Jesús, de suerte que cuantos nos rodean, cuantos tratan con nosotros por un motivo o por otro, se contagien de Cristo.
No deja de ser una verdadera responsabilidad nuestra el hecho de que, después de actuar en determinado ambiente o con determinadas personas, ni el ambiente, ni esas personas se hayan acercado un poco más a Cristo, al evangelio, a la Iglesia.
No tenemos ahora más que ir examinando nuestra propia vida y nuestra actividad, porque nuestra obligación es ir encarnando a Jesucristo en nuestra vida, en nuestras actividades incluso temporales, y como cristiano laico debes tender a la santificación del mundo temporal.

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