Amor y oración por los enemigos: Comentario 13 de Septiembre del 2018


                          Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
                          Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
                     Parroquia Santa Marìa de los Ángeles 



“Amen a sus enemigos hagan el bien a todos los que los odian”.  La consigna que Jesús nos da es devolver bien por mal, hacer a los demás lo que deseamos que ellos nos hagan a nosotros y amarlos a todos con amor de misericordia.
El precepto más difícil que Jesús nos da, es quizá este de amar a nuestros enemigos; pero es que el precepto va más allá: si amamos a nuestros enemigos, nadie tiene propiamente por enemigo al que verdaderamente ama; luego el precepto del Señor apunta no solo  a no odiar, sino amar positivamente y aún más, a no tener a nadie como enemigo.
Ese es el cristiano que no tiene a nadie como enemigo, aun a aquellos que lo persiguen y molestan y le acusan no poco mal, el cristiano a todos ama, a todos procura toda clase de bienes, por todos reza, a todos bendice y a todos desea las mejores bendiciones de Dios.
No es que el cristiano no sienta el mal que le hacen o el odio con que lo persiguen; el cristiano tiene un corazón humano sensible y acusa el impacto que recibe; pero aunque lo sienta, el cristiano ama a los que le producen mal, reza por los que lo persiguen, desea el bien a todos cuantos a él desean el mal.
Y en esto también Jesús nos ha dado el ejemplo, pues nos amó nos redimió y nos proporcionó toda clase de bienes espirituales y todo eso lo hizo precisamente cuando nosotros éramos sus enemigos por el pecado; nosotros debemos seguir este ejemplo de Jesús.
“Si aman a aquellos que los aman, ¿qué merito tienen?”. Indudablemente que el precepto de amar al prójimo, incluso cuando ese prójimo se ha convertido en enemigo tuyo, es un precepto difícil y muy arduo para su cumplimiento.
Pero a pesar de esa dificultad insiste Jesús en su precepto; por eso nos pregunta: “Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen?”
Porque si yo amo a los que me aman, no los debo amar precisamente porque me aman, sino aunque no me amaran; si los amo solo porque ellos también me aman a mí, en último término es a mí a quien me amo en ellos y Jesús en su evangelio me dice que debo amar al prójimo por amor a Dios y Dios ama no sólo a los que a mí me hacen bien y me quieren bien, sino también a los que no congenian conmigo o no se sienten inclinados hacia mí.
El mérito en nuestro amor al prójimo no está tanto en que lo amemos, cuanto en que lo amemos en Dios y según Dios; de ahí que, cuanto más veamos a Dios en nuestro prójimo, más crecerá nuestro mérito. Amar a los que nos aman no es difícil, ni mayormente meritorio, pues hay una cierta reciprocidad: damos porque nos dan, amamos porque nos aman. Pidámosle a Jesús que nos ayude a no juzgar, si no a ser misericordiosos, rezar y perdonar a los que nos hacen mal.

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