Ante el divorcio o la separación: Comentario 17 de Agosto del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
¿Qué
deben recordar los que piensan en divorciarse o separarse? Que se casaron con
una persona, no con un objeto desechable o animalito. Por ello, deben tener
presente que ante Dios dijeron: <<te acepto a ti>>, y estas
palabras cambian la vida de dos personas, uniéndolas en un acto libre y
consciente. Esta frase expresa el consentimiento mutuo de compartir sus sueños,
ideales, metas, hacerse felices en un proceso muy particular como pareja. Sin
embargo, esta misma expresión carga un cierto conocimiento de ambas partes que
no es perfecto ni absoluto; pues cuando apenas se pronuncian estas palabras es
el comienzo de una gran tarea a nivel pareja, y no la meta.
Deben
recordar que decidieron convivir con una persona que no es perfecta y que por
esto, el matrimonio es una tarea ardua y compleja que la pareja ha de llevar a
lo largo de toda su vida. Cuando la expresión <<prometo amarte y
respetarte todos los días de mi vida>> es ignorada, las situaciones
difíciles que se van presentando empiezan a caer en extremos: <<no nos
entendemos>>, <<no sabía que era agresivo(a)>>, <<no
sabía que era mujeriego>> <<no me di cuenta que era bipolar>>
<<no pensé que tuviera un carácter fuerte>>, <<no supe con
quien me casé>>.
Un
camino para no vivir de ideas falsas es caer en la cuenta de que prometieron
estar juntos <<en lo próspero y en lo adverso>> y que poco a poco
se dará auténtico conocimiento personal mutuo. Siempre será mejor conocerse a
tiempo que desconocerse después, puesto que cada persona tiene una singularidad
que está invitada a emparejar con la persona que ama.
Cuando
el esposo entrega simbólicamente las arras a la esposa le dice que
<<procurará dar lo necesario para que no falte nada en el hogar>>,
más lo que se está prometiendo rebasa el campo económico, pues implica,
también, el cultivar valores morales, espirituales y saber cuidar y encauzar lo
que se tiene en la casa para el bien de todos.
El
matrimonio no tiene como finalidad quedarse en el ensimismamiento y en el
egoísmo, sino que los esposos tienen que abrirse al don de la vida, en la
procreación de los hijos. Para ello, aparte de desearlos y tenerlos
responsablemente, los esposos, deben tener presente que los hijos no se pueden
programar por motivos egoístas, económicos, estéticos, o rechazar porque son
una carga económica o porque <<impiden la libertad>> para realizar
sus propios proyectos. Programar los hijos por los motivos anteriores es
atentar contra la voluntad de Dios.
El
matrimonio es <<para toda la vida>>, de acuerdo al plan amoroso de
Dios. Y para que esto pueda ser una realidad, los matrimonios deben invitar al
Señor a ser parte del mismo, orando juntos, guardando los mandamientos,
manteniendo los deseos y las pasiones dentro de ciertos valores religiosos. Son
compañeros iguales y, como tales, han de ser rectos y puros dentro y fuera del
hogar. Por ello, ninguna instancia humana puede deshacer <<lo que Dios ha
unido>>. Esta última expresión no es un sello o signo mágico para garantizar
que este matrimonio nunca se disolverá; sino que es un estado permanente de
disposición a Aquél que bendijo esta unión esponsal, asemejándolo al acto de
amor que Cristo tuvo para con su Iglesia.
Así,
<<perseverar en este propósito para llegar a la presencia de
Dios>>, es la meta del camino de todo aquél que se dice cristiano y a la
cual se ha de llegar <<santificándose mutuamente>>. Es cuestión de
luchar y perseverar juntos.
Nota: comentario realizado por el Pbro. Daniel
Escobar, Msp.
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