“Cuatro tipos de oyentes”: Comentario 27 de Julio del 2018

                                                                  Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles



En el evangelio de hoy encontramos los cuatro tipos de oyentes del mensaje de salvación, la Palabra de Dios, es decir,  el mismo Jesús.
Primero se encuentra, el que ha escuchado el sonido de las palabras pero no ha entendido verdaderamente el sentido o el significado del mensaje. Este tipo de oyente demuestra una falta de interés o indiferencia para el mensaje divino; es capaz de percibir el sonido pero no abre su manera de pensar al contenido de la Palabra y, por lo tanto, al mismo Dios. Se parece a la semilla que cae en el camino y que luego los pájaros vienen a robársela porque  queda demasiado expuesta. Viene el demonio y le arrebata completamente lo poco que había sido sembrado en el corazón. En este tipo de oyentes se encuentran los que le dedican más tiempo a las “telenovelas” o “redes sociales” pero no a Dios.
En segundo puesto, se encuentra el que en un principio escucha la Palabra, la recibe con entusiasmo pero no se mantiene firme. El corazón es demasiado duro y la Palabra no puede echar raíces. Vienen las tribulaciones, las dificultades, las enfermedades, la persecución y enseguida se cansa, se escandaliza y se echa para atrás, es decir, que no permanece. De este modo, la fe se apaga o se muere porque se resiste a seguirla alimentando, en cierto modo es un perezoso o un inconstante. Este tipo de oyente depende mucho de los sentimientos o de las emociones del momento en que se encuentre, no se mueve por convicción. En este tipo de oyentes se encuentran los que dicen: “yo creo pero si Dios me ayuda o me hace favores” o “yo creo pero si todo me sale bien o, por lo menos, como yo quiero”.
En tercer lugar encontramos los que escuchan y aceptan la Palabra pero no pueden defenderla de las exigencias ni de los demás ofrecimientos seductores de la vida como son las riquezas. Más que las preocupaciones desaparezcan como fruto de la fe recibida, es la poca fe la que desaparece porque se le da más importancia y lugar a las preocupaciones. Más que la fe se convierta en la verdadera riqueza, son las “riquezas” las que terminan por eliminar lo “espiritual” que se ha conseguido. Más que pueda llegar a ser libre por la fe, termina por convertirse en un títere o esclavo de las cosas del mundo. Éste se aferra a las cosas del mundo, a las vanidades, vanaglorias y superficialidades de este mundo, es decir, la fe en un momento recibida no logra mover el corazón al verdadero servicio hecho con amor, porque el corazón le pertenece al dinero. En este tipo de oyentes se encuentran los que muchas veces dicen: “yo creo pero no voy a misa” o “yo soy un creyente pero de mente abierta”.
En un cuarto nivel, se encuentra el que oye y entiende, que prepara y dispone su corazón al mensaje de salvación. Es el que abre todos sus sentidos, su pensar y su corazón a la Palabra para llenarse de toda su riqueza. Es el que termina por volcar y entregar toda su vida a Dios. Estos entienden bien, no sólo al principio e imperfectamente, ni tan sólo por algún tiempo o mientras resulte fácil y dé alegría creer, sino en las tribulaciones e indigencias, en la dura polémica con las otras fuerzas que quieren dominar nuestra vida. Entender en estas condiciones es entender plenamente, es una comprensión de que Dios quiere ser Señor por completo, siempre y en todas partes, es comprender que el hecho de ser discípulo importa un compromiso para toda la vida en su altura y amplitud. Al que así ha «entendido» se le da constantemente, se le provee abundantemente con dones de Dios, lleva mucho fruto. A cada cual según la medida de su conocimiento y entendimiento se le da el ciento por uno, el sesenta o el treinta. En este tipo de oyentes se encuentran los que dicen: “Aquí estoy señor para hacer tu voluntad” o “yo estoy seguro de que Dios nunca me abandonará”. Éste, por su gran fe, permite que Dios obre milagros a través de su propia vida, se pone al servicio de Dios a través de los hermanos porque su corazón es fértil y está preparado para dar cualquier tipo de fruto bueno.
¿Y yo, permito que Dios dirija su Palabra a mi corazón? ¿En qué grupo de oyente será que me encuentro? ¿Soy capaz de dar frutos dejándome iluminar por la Palabra de Dios? ¿Cuáles son los frutos estoy dando?

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