De qué sirve no comer carne si devoramos al hermano: Comentario 16 de Febrero del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
El día de hoy viernes la liturgia de la Palabra nos invita a ayunar, a abstenernos de los manjares que deleitan y la agradan al cuerpo, como medio de purificación no solamente para éste, sino sobre todo para el corazón. El hombre de hoy debe abstenerse de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos. Ayunar significa abstenerse de algo. El hombre es él mismo sólo cuando logra decirse a sí mismo: no.
El ayuno es una práctica de penitencia muy antigua, en el libro del éxodo nos encontramos con que Moisés, cuando subió al monte Sinaí para encontrarse con Dios y éste le ordenara escribir las tablas de la ley, se dice que estuvo cuarenta días y cuarenta noches absteniéndose de pan y de agua. Cuando Moisés bajaba del Monte, reportan las Sagradas Escrituras que traía las tablas de la ley pero su figura venía llena y transformada por una luz inmensa… En realidad, éste debería ser el sentido del ayuno: un medio de acercamiento hacia Dios para conocer su voluntad, purificar nuestras intenciones para llenarnos de la presencia luminosa de Dios, pero sobre todo, un medio de acercamiento hacia los hermanos para alimentarlos y enriquecerlos con el amor de Dios a través de nuestra humildad y caridad.
Los Santos Padres de la Iglesia además de ayunar, también van a hablar sobre los beneficios de esta práctica. Sobre todo, San Basilio el grande va a llegar a decir que el ayuno hecho con una actitud sincera de corazón, permite tener autoridad sobre los demonios para que estos se aparten y se alejen. Es decir, que el ayuno, no solamente es un arma que permite que el demonio no pueda acercarse, sino también es un medio para resistir a la tentación e ir quitando todo lo malo que pueda haber en nuestro corazón: las injusticias, la opresión, los robos, infidelidades, hipocresías, etc.
Así, en la primera lectura de hoy, encontramos que la perfección del ayuno es la caridad, la justicia y la paz. Más que de alimentos, debo abstenerme de pecados, sobre todo los que lastiman a los hermanos. Ayunamos pero no cometemos más injusticias, tratamos de evitar los pecados de la carne, los que atentan contra la propia y la de nuestros hermanos. Si hoy en los alimentos que iba a ingerir me iba a gastar una cierta cantidad de plata, al tener fuerza de voluntad y espíritu de abstinencia y de mortificación, renuncio a mis propios gustos, no sólo puedo ofrecer la abstinencia y la mortificación, sino que también, tengo la posibilidad hasta de ofrecer la plata que iba a gastar, para el beneficio de los demás: ayudar a los pobres y a los más necesitados. Recordemos que no se trata solamente de no ser malos, sino, sobre todo, que cada día podamos ser más buenos, más caritativos con nuestros hermanos. De lo que se trata, entonces, es de purificar el cuerpo y el alma, pero sobre todo, de compartir con los que no tienen. El ayuno no es solo abstenerse de comer, también significa compartir comida con los que tienen hambre. Así, el ayuno no sólo beneficia a la persona que lo práctica, sino también, a los que probablemente pueden estar cerca y lejos de ella.
Hay más alegría en dar que en recibir. El ayuno tendría que llevarnos a ello: a amar, a dar más que a recibir. Recordemos que ayer el evangelio nos hablaba de que fuéramos capaces de renunciar a nosotros mismos. Precisamente, cuando ayunamos sinceramente, aprendemos a renunciar a nosotros mismos para enriquecer, beneficiar y dar vida a otros. Nos abstenemos de algo que nos gusta y agrada para compartirlo con los demás, renunciamos a nuestro propio egoísmo, mortificamos el orgullo y el amor propio y crecemos en humildad y en caridad para con nuestros hermanos. Eso fue lo que hizo Jesús, renunció a sí mismo para enriquecernos y ofrecernos la Vida a todos.
Cada vez que nos sentamos a tomar los alimentos a la mesa, lo hacemos en familia, con la familia; es el momento para el diálogo, para la alegría y para la unidad. De nada me serviría ayunar sino soy capaz de estar bien con la familia, si hay división, si hay murmuración, si hay guerra, si hay peleas y broncas. De que serviría no comer carne, si devoramos al hermano. El ayuno tiene que llevarme no solamente a vivir en comunidad, sino, ante todo, en fraternidad. Vivir en comunidad es vivir todos juntos, compartir ciertos bienes quizás y vernos de vez en cuando (hasta hay un dicho que dice: “juntos pero no revueltos”), mientras que, vivir en fraternidad es aprender a conocernos, aceptarnos, ayudarnos, amarnos y comprometernos los unos por los otros; es vivir en armonía y en la alegría de sabernos hermanos e hijos de Dios.
Un ayuno que no me lleve a estar más cerca de Dios, a amar a los hermanos y a evitar lo malo no sirve de mucho; un ayuno así, lo único que hace es engañar a la conciencia, alimentar el orgullo, el amor propio y la propia vanidad. Pidámosle a Dios en primer lugar, que nos ayude a poseer un espíritu de renuncia al propio egoísmo y, en segundo lugar, que el ayuno que podamos realizar el día de hoy nos ayude a crecer en humildad, paz y caridad. María, Madre nuestra, Virgen del Magníficat, ruega por nosotros.
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
El día de hoy viernes la liturgia de la Palabra nos invita a ayunar, a abstenernos de los manjares que deleitan y la agradan al cuerpo, como medio de purificación no solamente para éste, sino sobre todo para el corazón. El hombre de hoy debe abstenerse de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos. Ayunar significa abstenerse de algo. El hombre es él mismo sólo cuando logra decirse a sí mismo: no.
El ayuno es una práctica de penitencia muy antigua, en el libro del éxodo nos encontramos con que Moisés, cuando subió al monte Sinaí para encontrarse con Dios y éste le ordenara escribir las tablas de la ley, se dice que estuvo cuarenta días y cuarenta noches absteniéndose de pan y de agua. Cuando Moisés bajaba del Monte, reportan las Sagradas Escrituras que traía las tablas de la ley pero su figura venía llena y transformada por una luz inmensa… En realidad, éste debería ser el sentido del ayuno: un medio de acercamiento hacia Dios para conocer su voluntad, purificar nuestras intenciones para llenarnos de la presencia luminosa de Dios, pero sobre todo, un medio de acercamiento hacia los hermanos para alimentarlos y enriquecerlos con el amor de Dios a través de nuestra humildad y caridad.
Los Santos Padres de la Iglesia además de ayunar, también van a hablar sobre los beneficios de esta práctica. Sobre todo, San Basilio el grande va a llegar a decir que el ayuno hecho con una actitud sincera de corazón, permite tener autoridad sobre los demonios para que estos se aparten y se alejen. Es decir, que el ayuno, no solamente es un arma que permite que el demonio no pueda acercarse, sino también es un medio para resistir a la tentación e ir quitando todo lo malo que pueda haber en nuestro corazón: las injusticias, la opresión, los robos, infidelidades, hipocresías, etc.
Así, en la primera lectura de hoy, encontramos que la perfección del ayuno es la caridad, la justicia y la paz. Más que de alimentos, debo abstenerme de pecados, sobre todo los que lastiman a los hermanos. Ayunamos pero no cometemos más injusticias, tratamos de evitar los pecados de la carne, los que atentan contra la propia y la de nuestros hermanos. Si hoy en los alimentos que iba a ingerir me iba a gastar una cierta cantidad de plata, al tener fuerza de voluntad y espíritu de abstinencia y de mortificación, renuncio a mis propios gustos, no sólo puedo ofrecer la abstinencia y la mortificación, sino que también, tengo la posibilidad hasta de ofrecer la plata que iba a gastar, para el beneficio de los demás: ayudar a los pobres y a los más necesitados. Recordemos que no se trata solamente de no ser malos, sino, sobre todo, que cada día podamos ser más buenos, más caritativos con nuestros hermanos. De lo que se trata, entonces, es de purificar el cuerpo y el alma, pero sobre todo, de compartir con los que no tienen. El ayuno no es solo abstenerse de comer, también significa compartir comida con los que tienen hambre. Así, el ayuno no sólo beneficia a la persona que lo práctica, sino también, a los que probablemente pueden estar cerca y lejos de ella.
Hay más alegría en dar que en recibir. El ayuno tendría que llevarnos a ello: a amar, a dar más que a recibir. Recordemos que ayer el evangelio nos hablaba de que fuéramos capaces de renunciar a nosotros mismos. Precisamente, cuando ayunamos sinceramente, aprendemos a renunciar a nosotros mismos para enriquecer, beneficiar y dar vida a otros. Nos abstenemos de algo que nos gusta y agrada para compartirlo con los demás, renunciamos a nuestro propio egoísmo, mortificamos el orgullo y el amor propio y crecemos en humildad y en caridad para con nuestros hermanos. Eso fue lo que hizo Jesús, renunció a sí mismo para enriquecernos y ofrecernos la Vida a todos.
Cada vez que nos sentamos a tomar los alimentos a la mesa, lo hacemos en familia, con la familia; es el momento para el diálogo, para la alegría y para la unidad. De nada me serviría ayunar sino soy capaz de estar bien con la familia, si hay división, si hay murmuración, si hay guerra, si hay peleas y broncas. De que serviría no comer carne, si devoramos al hermano. El ayuno tiene que llevarme no solamente a vivir en comunidad, sino, ante todo, en fraternidad. Vivir en comunidad es vivir todos juntos, compartir ciertos bienes quizás y vernos de vez en cuando (hasta hay un dicho que dice: “juntos pero no revueltos”), mientras que, vivir en fraternidad es aprender a conocernos, aceptarnos, ayudarnos, amarnos y comprometernos los unos por los otros; es vivir en armonía y en la alegría de sabernos hermanos e hijos de Dios.
Un ayuno que no me lleve a estar más cerca de Dios, a amar a los hermanos y a evitar lo malo no sirve de mucho; un ayuno así, lo único que hace es engañar a la conciencia, alimentar el orgullo, el amor propio y la propia vanidad. Pidámosle a Dios en primer lugar, que nos ayude a poseer un espíritu de renuncia al propio egoísmo y, en segundo lugar, que el ayuno que podamos realizar el día de hoy nos ayude a crecer en humildad, paz y caridad. María, Madre nuestra, Virgen del Magníficat, ruega por nosotros.
AMÉN ⛪🙏⛪
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