Una lección más sobre la virtud de la humildad
Las enseñanzas de Jesús
Aquel que se humilla a los ojos de todos queda ensalzado a los ojos de Dios.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
Uno de los días de la fiesta de Pentecostés, un fariseo amigo le invitó a comer. Era impensable que lo hiciese uno de los que habían sido recriminados por Jesús anteriormente. Es posible que fuese el mismo Nicodemo, que, a los pocos días, saldrá en su defensa. Allí sucedió el milagro de la curación de un hidrópico y explica por qué, insistentemente, curaba en sábado. "¿Quién de vosotros si se le cae al pozo un hijo o un buey no lo saca inmediatamente, aún en día de sábado. Y no pudieron responderle a esto". Era la típica argumentación rabínica y no ofrecía lugar a discusión; era lícito y no ofensa a Dios hacer el bien del milagro en sábado.
En el curso de la comida, Jesús aprovecha para dar una lección más sobre la virtud de la humildad. "Proponía a los invitados una parábola, al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos, diciéndoles: Cuando seas invitado por alguien a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: cede el sitio a éste; y entonces empieces a buscar, lleno de vergüenza, el último lugar. Al contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó te diga: amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado" (Lc). La verdad humana de estas palabras es notoria. Pero el verdadero honor consiste, paradójicamente, en ser servidor de todos. Entonces aquel que se humilla a los ojos de todos queda ensalzado a los ojos de Dios. El Señor, que ve en el fondo de todos los corazones, dispone la verdadera jerarquía social.
En el curso de la comida, Jesús aprovecha para dar una lección más sobre la virtud de la humildad. "Proponía a los invitados una parábola, al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos, diciéndoles: Cuando seas invitado por alguien a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: cede el sitio a éste; y entonces empieces a buscar, lleno de vergüenza, el último lugar. Al contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó te diga: amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado" (Lc). La verdad humana de estas palabras es notoria. Pero el verdadero honor consiste, paradójicamente, en ser servidor de todos. Entonces aquel que se humilla a los ojos de todos queda ensalzado a los ojos de Dios. El Señor, que ve en el fondo de todos los corazones, dispone la verdadera jerarquía social.
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