Comentario: 21 de diciembre del 2017: El secreto de la alegría y antídoto contra la depresión.
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Cuando
el ángel reveló a María los misterios divinos, para fortalecer la fe con un
ejemplo, habló a la virgen sobre la maternidad de una mujer ya anciana y estéril;
con ello le quiso demostrar que para Dios no hay nada imposible.
Al
oir María este anuncio, llena de gozo y sin demora, partió hacia las montañas,
no porque dudara de las palabras del ángel ni porque estuviera incierta de la
veracidad del hecho ni porque vacilara ante la realidad del ejemplo, sino
porque se sentía impulsada por el deseo de cumplir un deber de piedad,
anhelante de prestar sus servicios y presurosa por la intensidad de su alegría.
Como
fruto de la aceptación de la voluntad de Dios, el primer gesto de servicio en
María es la caridad. “Presurosamente partió María”. Cuando se ama nunca se deja
de servir, y al descubrir los beneficios que aporta el servicio, este no puede
dejarse para después. María es portadora de una gran alegría, ella lo sabe y no
quiere perder tiempo para que se manifieste lo que Dios ha hecho con ella.
María
es la misionera de la Alegría, portadora de una alegre noticia, del Evangelio
encarnado en su seno. Ella es el ejemplo de todo cristiano que ha recibido la
Palabra de Dios pero que no sabe qué hacer con ella. María la acoge, primero en
su corazón y después en su seno y, luego, la comparte con los demás, la da a
conocer a los demás, y eso es lo mejor que también podemos hacer nosotros, para
que también en los demás se suscite la vida y la Esperanza, la Alegría y la
Paz. Por eso, alguien que ha experimentado esta Alegría del evangelio no
debería quedarse cruzado de brazos, en el sillón, en el salón o en el Spa como
tantas veces nos lo ha dicho el Papa Francisco, sino que debería ir al
encuentro del otro con urgencia, de prisa, para contagiar esa misma felicidad.
María
es la mujer que ama mucho, es la enamorada de Dios. Este amor empuja a la
Virgen a ir en busca de Isabel, para servirla y cantar llena de alegría y agradecimiento
la misericordia que Dios ha tenido al enviar al Salvador fijándose en ella, su
humilde esclava. Y es que el secreto de
la alegría de María consiste en saberse favorecida y amada por Dios, pero
también en el ponerse al servicio de los demás. No hay otro secreto para salir de
la tristeza que amar mucho: servir,
servir a Dios, servir a la Iglesia, servir a la familia, a los amigos, servir a
todos. Nuestra vida tendría que ser una agenda de servicios. Si servimos a los
demás hay alegría, pero sino, nos encerramos en nosotros mismos, en nuestro
egoísmo, en nuestro propio mundo narcisista. Nos comenzamos a preocupar por
nuestra imagen externa: por mi ropa, por mi cabello, por mi casa, por mi auto,
por mi dinero, por mis regalos de navidad, sólo “por lo mío” y sacamos de
nuestra vida a los demás. Quien vive así, tiene muchas probabilidades de caer
en la depresión y en la soledad, en el vacío y en el fastidio de la vida. El
egoísmo engendra la depresión y la muerte. Por el contrario, el amor servicial
fabrica la vida y la felicidad. El antídoto,
entonces, contra la depresión se llama servicio porque hay más alegría en
dar que en recibir. El servicio atento, amable, y hecho con alegría dignifica y
crea, da vida y se convierte en testimonio para los demás.
En
la liturgia resuena repetidas veces la invitación a gozar, a alegrarse. ¿Por
qué? Porque el Señor está cerca. La Navidad está cercana. El mensaje cristiano
se llama “Evangelio”, es decir, “buena noticia”, un anuncio de alegría para todo
el pueblo; la Iglesia no es un refugio para gente triste, la Iglesia es la casa
de la alegría. Y quienes están tristes encuentran en ella la alegría, la
verdadera alegría. Una alegría que encuentra su razón de ser en el saberse
acogidos, amados y enviados por Dios. Jesús es nuestra Alegría. Por ello,
cuando un cristiano está triste, quiere decir que se ha alejado de Jesús.
Entonces, no hay que dejarle solo. Debemos rezar por él y hacerle sentir el
calor de la comunidad.
De
este modo, ¿cuándo llega a ser árida nuestra vida? Cuando no tiene el agua de
la Palabra de Dios y de su Espíritu de amor. “Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se le estremeció en
el vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo”. ¿Qué comunico yo a los
demás? ¿Comunico la vida y la Esperanza? ¿Contagio la Alegría del Evangelio?
¿Voy al encuentro de los demás para servirles?
Que
nuestra Santa Madre, la Virgen María, nos ayude a apresurar el paso hacia “Belén”
para encontrarnos con su hijo que nos trae la salvación y la alegría a todos
los hombres.
Comentarios
Publicar un comentario