NOVENO DIA DE LA NOVENA DE NAVIDAD, LUISA PICCARRETA


 NOVENA DE LA SANTA NAVIDAD
S.D. LUISA PICCARRETA

MODO DE HACERLA 

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. 

Oración inicial: 

Señor mío Jesucristo, postrado ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo 
Corazón que me admitas a la meditación de los Excesos de tu Amor en el misterio de tu 
Encarnación. Dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus 
padecimientos, mientras medito el ____ Exceso de tu amor. Y a ti Madre Inmaculada, te 
pido que me encierres en tu Corazón, y que me hagas un pequeño lugar en tu seno 
materno, para que pueda contemplar, comprender y 
acompañar a tu Hijo Jesús en este misterio, e imitándolo a Él y a Ti, deje de reinar en 
mi a la Divina Voluntad, como en el Cielo así en la tierra. Amén. 

Al terminar cada meditación: 

Se reza un Padre Nuestro, Ave María y Gloria. Pidiendo el Reino de la Divina Voluntad 
sobre la tierra, y por las intenciones del Santo Padre y de toda la Iglesia. 

Inicio de la Novena 

En una novena de la Santa Navidad, aproximadamente a la edad de diecisiete años me 
preparé a esta 
fiesta, practicando diferentes actos de virtud y mortificación, y honrando especialmente 
los nueve meses que Jesús estuvo en el seno materno, con nueve horas de meditación 
al día, relativas siempre al misterio de la Encarnación

NOVENA HORA

“Hija mía, mi estado es siempre más doloroso; si me amas, ten tu mirada fija en Mí, 
para que veas si puedes 
dar a tu pequeño Jesús algún consuelo, alguna palabrita de amor, una caricia, un beso, 
que dé tregua a mi llanto y a mis aflicciones. 
Escucha, hija mía: Después de haber dado ocho excesos de mi Amor al hombre, y éste, 
tan malamente me correspondió, mi Amor no se dio por vencido, y al octavo exceso 
quiso agregar el noveno. Son las ansias, los suspiros de fuego, las llamas de los deseos 
de querer salir del seno materno para abrazar al hombre. Y esto reducía a mi pequeña 
Humanidad aún no nacida, a una agonía tal, que estaba a punto de dar mi último 
respiro. Entonces mi Divinidad, que era inseparable de Mí, 
me daba sorbos de vida, y Yo tomaba de nuevo la vida para continuar mi agonía y 
volver a morir nuevamente. Este fue el noveno exceso de mi Amor: agonizar y morir 
continuamente de amor por la criatura. ¡Oh, qué larga agonía de nueve meses! ¡Oh, 
cómo me ahogaba y me hacía morir el amor! Y si no hubiera tenido mi Divinidad 
conmigo, la que me daba continuamente la vida cada vez que estaba por morir, el amor 
me habría consumado antes de salir a la luz del día”. 
Luego agregaba: 
“Mírame, escúchame cómo agonizo, cómo late mi pequeño corazón, se afana, arde; 
mírame, ahora muero”. 
Y guardaba profundo silencio. Yo me sentía morir, se me helaba la sangre en las venas 
y temblando le decía: 
“Amor mío, Vida mía, no mueras, no me dejes sola. Tú quieres amor y yo te amaré, no 
te dejaré más, dame tus llamas para poderte amar más y consumirme toda por Ti”. 

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