No hagamos ayuno sin espíritu, también comprometamos el corazón: Comentario 08 de Marzo del 2019



                                                                    Padre Manuel de Jesús de los Santos
                                                                  Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
                 Parroquia Santa Marìa de los Ángeles


En la primera lectura encontramos que el profeta alza su voz contra el pueblo a propósito del ayuno y del respeto al sábado. Aparentemente el pueblo busca conocer los caminos del Señor, estar cerca de Él, cumplir su voluntad pero no es así. Son un pueblo que solamente cumple, que realiza algunas prácticas de piedad, pero que no ha tomado en cuenta las exigencias profundas de la fe. 
El pueblo se ha confundido al pensar que el cumplir con las prácticas piadosas obliga a Dios a responder como ellos esperan; por tal motivo, cuando el Señor responde de un modo diferente al que tienen planeado se quejan de no ser escuchados. El profeta les hace entender que la religiosidad, que debería ser expresión de una vida honesta, se encuentra enturbiada por comportamientos injustos que acompañan a la práctica del ayuno. 
El señor no quiere un ayuno que sea sólo formalista y ritual, por ello describe en qué consiste un verdadero ayuno, el que espera de su pueblo: liberar de la opresión y tiranía, dar de comer al hambriento, vestir al desnudo y evitar la calumnia. Cuando se dan tales condiciones, Dios se hace presente y acompaña el camino de su pueblo.
El hombre está llamado a comprender que las prácticas de piedad deben ser una expresión de purificación y disponibilidad a la voluntad de Dios, de otra manera se convierten en manifestaciones despreciables de una fe empobrecida.
Los cumplidores de la ley, los fariseos, los que se esmeran por tranquilizar su conciencia con la observancia de la letra, no del Espíritu de la ley, se escandalizan. Como entonces, también hoy hay quienes no entienden que la misión de Cristo, y de los cristianos, es acercarse a los pecadores para salvarlos. El ejemplo de Jesús debe estimular a los cristianos para ser más comprensivos con los que están alejados de Dios, y más activos para acercarlos a su amor.
El texto del evangelio de hoy nos habla del ayuno en concreto, pero también de que esta práctica de piedad exige una interiorización, una conversión del corazón para que pueda ser eficaz. La cuaresma nos exige la práctica del ayuno corporal, pero sobre todo, el ayuno que Dios nos pide es la conversión del corazón, conversión tanto de palabras como de obras y no sólo el que se queda en un mero rito externo; esa conversión del corazón es la que debe llevarnos a tener mayor disponibilidad para servir, mayor alegría y caridad para encontrarnos y relacionarnos con los demás, de manera especial con aquellos que son marginados, necesitados y excluidos. 
No solamente hagamos ayunar a nuestros estómagos, sino también a nuestros corazones de todo lo malo, lo que no le hace bien y lo separan de Dios y de los hermanos. No hagamos el ayuno sin espíritu, también comprometamos el corazón.

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