Dios, más que quitarnos o arrebatarnos, nos da: Comentario 05 de Marzo del 2019

                                                                  Padre Manuel de Jesús de los Santos

                                                                  Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,

                 Parroquia Santa Marìa de los Ángeles

Al casi comenzar el tiempo de la Cuaresma, el señor nos lanza la invitación para seguirlo, que comencemos a vivir este tiempo de renuncia y de purificación, dejar las cosas que nos atan a este mundo: las cosas terrenales y sus preocupaciones, el amor desordenado por el dinero y deseos de la carne. Ir detrás de Jesús, significa comenzar un proceso de liberación, dejar que su Palabra nos vaya dando forma.
En el evangelio de hoy encontramos una afirmación bastante positiva y alegre de parte de Pedro: “Nosotros hemos dejado todo lo que teníamos, y te hemos seguido”. En contra posición del joven rico que encontrábamos en el evangelio de ayer y que no quiso seguir a Jesús porque no quiso repartir sus bienes entre los pobres, y que por último se fue amargado y triste; encontramos a Pedro con una gozosa afirmación que demuestra la transformación que se da en el corazón humano que se deja liberar por  la Palabra misericordiosa de Jesús.  Pedro y sus compañeros pudieron comprender que las exigencias de Jesús son para cumplirse porque liberan al hombre y lo capacitan para hacer toda clase de bien, específicamente anunciar el Reino de Dios.
Pero esa debe ser la causa de nuestro gozo para nosotros, afirmar y constatar con la propia vida que hay mas dicha en dar que en recibir, hay más gozo en el seguimiento a Jesús que vivir egoístamente para uno mismo, hay alegría inmensa en dejarse perdonar y transformar el corazón que vivir sujetos al pecado sufriendo y soportando el peso de las heridas. Como Pedro, Con alegría debemos afirmar: “te hemos seguido Señor y sabes bien que mi corazón te pertenece solamente a ti y está para servir”.
Dejar todo lo que se tiene no es dejar mucho, puesto que ese “todo” que se tiene no se compara en nada en cuanto al valor y peso que tiene el Reino de Dios, en realidad, una vez que lo hemos dejado “todo”, experimentamos que hemos dejado “nada” para poseerlo y ganarlo “Todo”. Por eso, habrá que cuestionarnos sobre si ¿hay algo de mí que no le pertenezca por entero al Señor? ¿Existe algún pensamiento, idea o juicio que no se ajuste al querer de Jesús? ¿Me quedo guardando algo que aún no lo he puesto al servicio del Reino de Dios? No cabe duda, que para seguir a Jesús necesitamos amarlo por encima de todo, dejar nuestro propio Yo y, luego, amar esa opción que hemos elegido, si seguimos a Jesús amándolo, por supuesto que habrá alegría y gozo abundante en nuestro corazón.
Cristo y su evangelio lo valen todo, no solamente valen la pena, sino que valen la entrega incondicional de la vida misma. Por Cristo hemos de deslindarnos de todo aquello que nos obstaculiza poder mantenernos en su presencia, para así, de este modo, enriquecer a los demás con la riqueza que nace del evangelio. Que Nuestra pobreza radique en el corazón, siempre necesitado del Señor, pero nuestra riqueza en la fuerza que nace de la Palabra de Dios. Es de valientes renunciar a la obsesión de poseer bienes materiales y afectos humanos. Hemos de comprender que no podremos amar a nadie genuinamente, si no estamos capacitados por el Señor para hacerlo libremente, con un corazón limpio y con la intención de iluminar la vida de los demás para buscar su realización y, por encima de todo, su salvación.
A aquél que haya dejado todo: “recibirá cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones; y en la vida venidera la vida eterna”. El que lo deja todo decididamente –por Él y por el evangelio- tendrá mucho más de lo que abandonó. Seguir a Jesús no es lanzarse al vacío, es tener la Palabra de Dios empeñada, como garantía de que más que perder se va a ganar. Todo lo que se posea será Don de Dios, incluso las persecuciones. Ante esto, hemos de entender que Dios, a la hora de seguirle, más que quitarnos o arrebatarnos algo, al contrario, siempre nos da, nos multiplica el ciento por uno.