Jesús nos propone elegir la vida”: Comentario 07 de Marzo del 2019


                                                                    Padre Manuel de Jesús de los Santos
                                                                  Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
                 Parroquia Santa Marìa de los Ángeles

El tiempo de Cuaresma es un tiempo litúrgico que nos propone el arrepentimiento, la conversión y la purificación del corazón. Pero también se trata de un tiempo de esperanza, porque si bien se ha de pasar por un proceso de renuncia y muerte del propio yo, todo es función de la gloria de la resurrección. Por esto mismo va a decir San Pablo: “no se compraran los sufrimientos del tiempo presente con la gloria que habremos de ver después”. Por eso es que vale la pena y es muy recomendable pasar por los cuarenta días de ejercicio interior, de penitencia, ayuno, oración y caridad; no se trata de un tiempo vacío, sino de un tiempo que me exige sacrificio, esfuerzo y constancia para poder llegar a la pascua con un yo transformado, renovado, resucitado, capaz de permanecer en Dios y volcarse a los demás; se trata de disminuir para poder crecer, de arrepentirse para ser perdonado; de sacrificarse para fortalecer la voluntad, de morir para resucitar.
Para alcanzar la verdadera vida, la vida imperecedera, Jesús nos presenta en el evangelio de hoy las condiciones para seguirlo, renovarnos y permanecer junto a Él en este tiempo cuaresmal:
1. Renunciar a uno mismo. Se trata de renunciar al propio egoísmo, al yo, a los gustos, pareceres, inclinaciones de la carne y deseos personales para hacer lo que a Dios le agrada: su voluntad, para practicar la justicia y la caridad; se trata de disminuir para que pueda crecer su imagen misericordiosa en mí y en la sociedad, de adherirme a su proyecto salvador, para que el hombre y el mundo puedan tener vida.
2. Cargar la cruz. ¡Qué difícil es renunciar a uno mismo, pero no imposible! Se trata de irnos entrenando y ejercitando día con día, se trata precisamente de ir renunciando cargando la cruz de cada día; en el camino hemos de encontrarnos con un poco de dolor y sufrimiento, pero estos siempre serán necesarios, porque ese mismo camino tuvo que afrontar Jesús; sin cruz, sin dolor no hay recompensa, no hay triunfo, no hay vida feliz. Quien no asume su propia cruz, se prepara de cierta manera para fracasar en la vida y echar a perder la vida de los demás. El hombre fuerte es el que carga su cruz (responsabilidad, exigencias deberes, etc), la abraza con y por amor y el que va a delante contando con la ayuda que viene de lo alto. El hombre que no quiera cargar con su cruz, mejor que no se llame cristiano.
3. Seguir a Jesús donde quiera que vaya, imitarle, dejarse instruir por Él, pero más aún, seguir su ejemplo. Para seguir a Jesús cargando su cruz de cada día hace falta tener la capacidad de sacrificarse por amor, ser humildes, fieles, pacientes, generosos y serviciales. Seguir a Jesús significa dejarlo todo y estar dispuesto a todo, a asumir las críticas, los desánimos, las persecuciones, humillaciones, etc. Pero todo esto tendrá sentido si es vivido y ofrecido con y por amor a Él. No podríamos llamarnos cristianos si no somos valientes para seguirle e imitarle; nuestro consuelo y nuestra esperanza es que, Jesús, después de haber cargado con la cruz, después de haber cumplido con la voluntad del Padre pudo traernos la resurrección y la salvación eterna.
Por eso, si en nuestra vida aparecen el dolor y el sufrimiento no nos desanimemos, al contrario, permanezcamos en el amor de Jesús y alegrémonos porque seguramente que la recompensa será grande. Recordemos que cuando pensamos que Dios nos arrebata o nos quita, no es así, al contrario, nos da, nos enriquece y nos capacita para algo mejor.
¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde o arruina su vida? A veces optamos por caminos equivocados, fáciles, cómodos y sin tanta exigencia; son caminos que engañan porque aparecen seguros, llenos de placeres y de mucho poder; le proponen al hombre ponerlo por encima de todo, hacerlo poderoso, llevarlo hasta la cima del éxito, asegurarle la vida terrena y no preocuparse de nada y, mucho menos de sufrir. Estos son caminos que llevan a la perdición, a la destrucción de toda vida humana, a la muerte segura. Por eso, hoy se nos propone elegir la vida, es decir, elegir a Jesús y su cruz.

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