Escuchemos a Jesús que nos dice: ¡Levántate!: Comentario 5 de febrero de 2019

                                             Padre Manuel de Jesús de los Santos
                                                                  Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
                 Parroquia Santa Marìa de los Ángeles


En el evangelio de hoy contemplamos que es la confianza en Dios la que abre a la persona a sus bendiciones; por la fe, el débil encuentra fortaleza, el enfermo la salud, el desesperado el consuelo, el muerto la vida. La fe es un don que Dios ha dado como riqueza a los hombres. Por otro lado, Jesús manifiesta interés en la integridad de la persona, vino a salvarlo totalmente y no solamente una parte de él.
“Ven a imponer las manos, para que se cure y viva”. En este texto del evangelio damos un paso adelante: el poder de Jesús se manifiesta incluso ante la misma muerte, que se somete a su palabra imperativa; la resurrección de la hija de Jairo significa el poder de Jesús sobre la vida humana.
Por un lado vemos a Jairo, orando con las debidas condiciones que requiere toda oración:
-        Ora con humildad: el evangelio dice que “se arrojó a los pies de Jesús” postrándose ante Él”.
-        Ora con perseverancia: el evangelio dice que “le rogaba con insistencia”.
-        Ora con fe en el poder de Jesús: “Ven a imponer las manos”.
Sin embargo la oración de Jairo no es del todo perfecta, pues su fe no es total; piensa que Jesús no puede curar a distancia, con sólo el mandato de su palabra, sino que necesita la presencia y el contacto físico; necesita que Jesús lo auxilie y así, cuando notifican a Jairo que ya no tiene por que molestar al Maestro pues su hija ha muerto, Jesús le dice: “No temas; basta que creas”.
A veces pensamos que en el mundo necesitamos muchas cosas, muchos bienes, muchas comodidades que se juzgan verdaderas necesidades, mucha preparación, mucha cultura, mucho dinero, mucho trabajo; en realidad nos dice el Señor que lo que propiamente necesitamos es mucha fe; estamos indigentes de fe, faltos de fe, despreocupados de la fe.
Hemos de repetir con frecuencia estas sencillas y breves plegarias: “Sagrado corazón de Jesús, en vos confío”, “Señor Jesús, ayúdame porque no puedo solo”, “Señor, concédeme suficiente fe”.
“Hija tu fe te ha salvado”. El milagro de la curación de la mujer que padecía un flujo de sangre, lo que más resalta es la confianza plena en el poder de Jesús; no solamente cree que Jesús la puede curar, sino va más adelante y cree que tan solo con tocar su vestido quedará curada y aún eso es poco: piensa la mujer que, aún sin que Jesús se dé cuenta, el simple contacto de su manto le va a devolver la salud perdida.
Así debe ser nuestra fe y nuestra confianza; muchas veces no podremos llegar a ver o comprender cómo y de dónde nos vendrá el auxilio de Dios; en esos momentos debemos avivar nuestra fe y aumentar nuestra confianza, sabiendo que Dios nunca falla.
“Niña, yo te lo ordeno: Levántate”. ¿No será que también sobre nosotros, el Señor Jesús debe pronunciar las palabras de “levántate”?. Levántate de una vida cómoda y perezosa a una vida de acción constante, de una vida tibia en el servicio de Dios a una vida ferviente, levántate de tal o cual postración o caída en que tu defecto dominante te ha hundido a una vida de fidelidad al cumplimiento de tus deberes. Dejemos que Jesús nos levante de la muerte del pecado y que nos devuelva la dignidad de ser hijos de Dios mediante su gracia.



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