El verdadero profeta está dispuesto a jugarse la vida: Comentario 08 de Febrero del 2019
Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Las
últimas exhortaciones del autor de la carta a los Hebreos, recuerdan a todos
los creyentes de todos los tiempos cómo ha de ser la vida de los cristianos. No
dejen de amarse… no se olviden de ser amables. Acuérdense de los presos…
respeten el matrimonio. No amen el dinero… acuérdense de los que los han
dirigido. Se trata de una vida completamente renovada y dirigida por el
Espíritu.
Los
cristianos están llamados a ser en este mundo gente diferente, como sal que da
sabor a la vida de quienes andan deprimidos porque aún no han conocido el amor
de Dios. Cuando no se vive de esta forma la fe, el cristiano sólo sirve para
ser pisoteado.
En
el evangelio de hoy encontramos el relato del martirio de Juan el Bautista,
aunque, algunos han dicho que este relato sirve para advertir sobre la suerte
de Jesús como profeta.
El
pasaje es contrastante al mostrarnos dos actitudes encontradas. Por un lado
Juan el Bautista, el cual permanece firme en su posición profética, a pesar de
la cárcel y la muerte; por otro, Herodes, un tipo esclavo de sus pasiones y de
la mujer que no debió tener. La gran diferencia la marcan los ambientes de
donde proceden; Juan Bautista viene del desierto, forjado por la austeridad de
la región; Herodes es un hombre de palacio, dado a la satisfacción, a las
superficialidades, a los placeres, comodidades y a los excesos propios de
ambientes cortesanos. Así se comprende que existan hombres de carácter y
principios, y hombres impulsivos, que influyen con su conducta en la sociedad
para bien o para mal.
Juan
le echa en cara a Herodes su pecado y lo hace con energía y con gran entereza;
la palabra de Juan levantaba los remordimientos en aquella conciencia
endurecida.
Aquél
grito del Bautista al adúltero Herodes: “No te es lícito tener a la mujer de tu
hermano”, sigue resonando hoy en múltiples y variados sentidos y niveles; por
las injusticias que se cometen, por la inmoralidad, deshonestidad profesional,
por el amor desordenado y avaricia del dinero mal habido, por cualquier tipo de
esclavitud y opresión, por el egoísmo.
Juan
nos enseña la libertad, entereza y valentía que ha de tener el apóstol para
corregir el mal y el pecado, aunque por decir la verdad sea perseguido,
molestado, calumniado; ha de dar testimonio de la verdad aunque le cueste la
vida.
Aquí
surge, entonces lo serio de la realidad: como bautizados, como cristianos
comprometidos y consagrados estamos llamados a ser profetas que llevemos una
vida honesta, justa y pacífica y que anunciemos el cambio de vida, que gritemos
al mundo que se vuelva a Dios; que al mundo corrompido y corruptor se le grite
el anuncio de la justicia, de la moralidad, del derecho, del amor y los demás
valores del Reino.
¿Puedes
decir con verdad que eres profeta y te muestras como tal en tu trabajo, en tu
oficina, en tu profesión, ante tus amistades, ante tus conocidos, ante tus
clientes, amigos, ante cualquiera que acude a ti?
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