“Silencio más justicia es igual a Santidad”: Comentario 18 de Diciembre del 2018

                                       Padre Manuel de Jesús de los Santos
                                                              Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
          Parroquia Santa Marìa de los Ángeles


Jesús nace de una madre virgen: en el relato que hace Mateo, hay que destacar algunos conceptos de capital importancia:
a) Cristo es Hombre y Dios al mismo tiempo: por eso nace de una mujer, que lo concibe por obra del Espíritu Santo. Lo humano (la Virgen María) y lo divino (el Espíritu Santo) se unen misteriosamente para que el salvador se encarne y nazca en este mundo.
b) El silencio de María hacia José revela su inmensa confianza en Dios: le deja a Él la revelación del profundo misterio en el cual está envuelta.
c)Al lado de una gran mujer (la Virgen) está un gran hombre (José), que sufre al principio la tragedia de quien se ve aplastado de repente por enormes problemas familiares y termina, iluminado por Dios en el sueño, aceptando la gran responsabilidad de fungir como padre del Salvador del mundo. Confiado en el altísimo, José entra en el misterio del nacimiento de Cristo y con valentía acepta todo tipo de consecuencias.
La justicia de José consiste sin duda en que no quiere encubrir con su nombre a un niño cuya filiación ignora, pero también en que, convencido de la virtud de María, se niega a entregar al riguroso procedimiento de la ley este misterio, que no comprende.
San José no conocía el misterio de la encarnación; es explicable, entonces, su turbación ante el hecho que tiene a sus ojos por un lado, y ante el convencimiento de la santidad de María por el otro; se halla frente a un misterio que no alcanza a comprender y por eso piensa en dejar a María.
Como en la vida de San José, también a veces se nos presentan situaciones difíciles y oscuras; dentro de los planes de Dios se hallan con frecuencia las pruebas y las tribulaciones, que pueden purificarnos y acercarnos más a Dios.
De ahí que a esas pruebas y tribulaciones las podemos recibir como venidas de las manos de Dios y, en consecuencia, como medios para nuestra propia santificación; nunca nos enviaría Dios y el dolor y la prueba si no pudieran redundar en beneficio espiritual nuestro.
San José no conocía el misterio obrado en María, pero la Virgen sí que lo conocía y conocía también el martirio que estaba pasando San José. María habría podido decirle aunque no fuera sino una palabra de aliento y esperanza; María no lo hizo; dejó que Dios mismo saliera a la defensa de su virtud, como así sucedió.
La defensa de María fue Jesús; el consuelo de San José fue Jesús.
Jesús será también para ti tu defensa y tu consuelo; Jesús significa: “Yavé ha salvado”, y nunca estuvo mejor aplicado ese sentido que en Jesús salvador de todos los hombres, Salvador del pecado y de la muerte, Salvador tuyo y de cuantos creen en Él.
San José es llamado en el Evangelio, entonces, “varón justo”, es decir: Justo con la justicia de Dios, que es la santidad; es esa la justicia que Dios requiere de nosotros: la santidad de vida, una santidad que comprenda nuestras íntimas y personales relaciones con Dios y las relaciones externas con nuestro prójimo; a semejanza de San José hemos de conservarnos sencillos en nuestro ser y en nuestro actuar, sencillos hasta en la manera de vivir la santidad. No olvidemos la formula de vivir nuestra vida cristiana: silencio (oración) más justicia es igual a santidad.

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