Los que se hacen violencia arrebatan el Reino de Dios: Comentario 13 de Diciembre del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
“El Reino de los cielos sufre violencia y los
violentos lo arrebatan”. Expresión esta que ha
sido diversamente interpretada, pero que nunca debemos entender como una
apología de lo que hoy entendemos por violencia.
El
Reino de los cielos sufre violencia, es decir: el Reino de Dios se conquista
con el esfuerzo propio, con el renunciamiento a nuestros propios gustos y
quereres; no tan sólo se nos da de arriba, ni llegan a el los comodones o los
tibios, sino los que con generoso corazón se hacen violencia a sí mismos,
contrariando su soberbia y egoísmo, sus instintos y pasiones.
La
venida de Cristo exige una actitud de violencia a todo el que quiera
comprometerse en su Reino: “El que no
está conmigo, está contra mí y el que no recoge conmigo, desparrama” (Lc.
11,23); más aún, los que no se comprometen con absoluta entrega quedan excluidos
del Reino.
Esta
afirmación de Jesús queda aclarada con aquella otra afirmación que nos trae San
Mateo: “Entren por la puerta estrecha,
porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y son
muchos los que van por allí; pero es angosta la puerta y estrecho el camino que
lleva a la Vida y son pocos los que lo encuentran” (Mt. 7, 13-14).
Los
violentos arrebatan el cielo, no precisamente los que hacen violencia a los
demás, según aquella afirmación de Jesús: “El
que a hierro mata a hierro muere”; sino aquellos que se hacen violencia a
sí mismos, yendo contra sus inclinaciones pecaminosas.
“El que tenga oídos que oiga”. Para
comprender esta expresión se exige una apertura hacia los misterios del Reino y
solamente desde Jesús que es la Palabra, es posible una acertada
interpretación.
No
siempre es fácil captar el sentido de la Palabra de Dios, es preciso
primeramente escucharla con toda atención y con el corazón limpio de toda
mancha que nos pueda impedir ver el rostro de Dios, y después hay que meditar
esa Palabra de Dios con detención y profundidad a fin de descubrir el secreto
de su sentido.
No
basta pues, que leamos la Biblia; es preciso que la meditemos haciendo oración,
que nos pongamos en sintonía con Él que es la Palabra, y no solamente que la
escuchemos y la meditemos, sino que también le hagamos caso, que llevemos
adelante la misión que nos encomienda y exige como lo hizo Juan el Bautista que
fue capaz de responderle a Dios con la entrega de su propia vida, predicando y
dando testimonio del que debía venir.
Juan
el Bautista es el modelo de profeta que escuchó la Palabra de Dios y fue capaz
de responderle con grande generosidad, pero para ello, primero tuvo que hacerse
violencia viviendo en el desierto, vistiendo con piel de camello y manteniendo
un corazón austero y sacrificado. Sólo así, puedo cumplir con la misión que
había recibido de parte de lo alto. ¿Y nosotros, qué camino estamos siguiendo,
el de los cómodos o el de los que se hacen violencia?
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