Dejemos a un lado el enojo y la amargura”: Comentario 14 de Diciembre del 2018

                                    Padre Manuel de Jesús de los Santos
                                                              Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
          Parroquia Santa Marìa de los Ángeles



Los que escuchan la Palabra de Dios y la practican forman parte del Reino de los cielos, y por ende, son grandes. Pero, los que no hacen caso a Cristo son los más desdichados. Constantemente el Señor habla, sirviéndose también de los acontecimientos de la vida. ¡Qué lástima que haya siempre quienes se hacen los sordos o buscan pretextos, criticándolo todo, y aparentando una conciencia tranquila! 
Jesús dijo a la multitud: “¿Con quién puedo comparar a esta generación? Muchas veces el hombre llega a tomar posturas meramente infantiles e inmaduras, busca la manera de cómo poder esquivarse de compromisos y responsabilidades, busca la forma de cómo poder sentirse y vivir de forma independiente sin que nadie le diga lo que está bien o lo que está mal, sin “que nadie se meta en su vida”; adopta posturas caprichosas y egoístas, elige lo cómodo, lo agradable, lo suave, lo que no exige sacrificio. 
Si el hombre quiere sentirse de verdad pleno, debe aprender a acoger los valores esenciales para vivir: la fe, la esperanza, el amor, la paz, la generosidad, etc., y trabajar por conseguirlos. Sin embargo, la sabiduría del hombre de hoy consiste en rechazar todo lo que tenga que ver con esfuerzo, disciplina, sacrificio, servicio, compromiso; opta por criticarlo todo, ni vive y ni deja que los demás sean capaces de realizarse. Al contrario, echa en saco roto estos valores, y pretende hacer creer que son obsoletos o que están desfasados de la realidad.
Hoy Jesús, nos invita a acoger lo que realmente es esencial: el Reino, la salvación, nuestra propia salvación; que dejemos de inventarnos pretextos para no seguirlo, que dejemos de decir que no tenemos tiempo para acudir a misa o para rezar, o ayudar al hermano necesitado; que dejemos de quejarnos de lo que los demás hacen o no hacen, que vivamos la vida con alegría, que creamos en Él; que nuestra respuesta no dependa de que si los demás quieren responder o no, o si quieren portarse bien o no. Hoy Jesús quiere invitarnos a vivir la vida ya no enojados con Él, con los demás o con nosotros mismos, sino con verdadera sabiduría, que seamos capaces de mirar adentro, a nuestro interior, para que descubramos la voz de Dios que quiere guiarnos; que seamos capaces de dejarnos instruir por la Palabra de Dios que se nos es explicada por el Magisterio de la Iglesia; que lo miremos a Él y que aprendamos a seguirlo y a imitarlo.
En algunas ocasiones, nos ha tocado escuchar a personas que dicen que no creen o que no van a la Iglesia porque “fulano de tal”  que sí va a misa no cambia, es malo, lleva una vida desordenada, es un hipócrita, solamente “va a darse golpes de pecho”, etc. En algún otro momento, nos toca escuchar, sea a las mismas personas o a otras, que tampoco van a misa ni se acercan al templo, porque dicen que ahí va pura gente santa, pura gente elegida, selecta, va pura gente que es buena; algunos llegan a pensar que Dios solamente escucha o atiende a todos, menos a él o a ellos. En fin, que si es bueno o santo les cae mal; que si es un pecador también les cae mal y por eso mejor se alejan. Pretextos, puros pretextos, el fin es que nada gusta ni hace bien, al contario, todo resulta molesto. ¡Así no vale la pena vivir la vida, siempre molestos y amargados! Dejemos de juzgar y criticar a los demás, y pongámonos a trabajar por nuestra propia salvación.
Cuando hay malicia en el corazón, se interpretan maliciosamente todas las cosas y aún a las personas más santas se les juzga mal; esto debe movernos a purificar nuestro corazón, para no juzgar nunca las acciones de nuestro prójimo, porque ordinariamente cuando vemos el mal en los demás, no es porque el mal esté solamente en ellos, sino que también lo tenemos en nuestros ojos manchados y dañados por la suciedad de nuestro corazón.
Que en este tiempo de adviento, nos dejemos guiar por la fe y por la recta razón, y no por el egoísmo caprichoso, para que la navidad nos sepa a verdadera Fiesta.


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