“Perdón es la contraseña para conectarnos al Wi-fi de Dios”: Comentario 06 de Junio del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Aparece
un nuevo grupo en escena: los saduceos. Era un grupo Aristocrático sacerdotal.
No creían en la resurrección de los muertos. Con ironía pretenden arrinconar a
Jesús. En el mejor espíritu de la Escritura les recuerda una verdad
inobjetable: Dios es un Dios de vivos y no de muertos.
En
primer lugar, Jesús nos advierte que la muerte comienza por saber nada sobre
Él, cuando el hombre se cierra por completo a todo conocimiento de las verdades
reveladas y a la acción del Espíritu de Dios en el mundo. Por eso Jesús mismo
les va a decir que “ustedes están
equivocados, porque no conocen las escrituras ni el poder de Dios”. Cuando
no hay conocimiento del amor y del perdón de Dios hay muerte en la existencia
del hombre. Si el hombre se cierra a esta Misericordia infinita, comienza a
condenarse y a destruirse a sí mismo.
En
segundo lugar, para el evangelista San Marcos, el Reino de Dios llega a la vida
de todo ser humano cuando este logra reconciliarse con Él. La verdadera vida
comienza cuando Dios perdona los pecados y cuando el hombre se deja abrazar y
perdonar. De tal modo que perdón y Reino de Dios son lo mismo, al perdón le
sucede inmediatamente la vida nueva en Cristo y la resurrección.
Sin
embargo, los saduceos le anteponen a Jesús un Reino de Dios muy material, lo
que únicamente les preocupa es el mundo físico y material, les preocupa de
quién va a ser mujer la que se caso con siete maridos, como si de resolver esa
casuística dependiera la salvación de todo hombre sobre la tierra. Los saduceos
se van por la tangente, les preocupa más anteponer su propia verdad que
reconocer y creer en la Verdad de
Jesucristo.
De
cierta manera, los saduceos representan la imagen del hombre que no quiere
desligarse de las cosas de este mundo, que viven dependiendo de las cosas como
si de ello dependiera el sentido de la existencia humana.
Sin
embargo, Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Y Es precisamente eso lo
que nos tiene que ocupar y esperanzar. Como bien dijimos, el hombre muere
cuando no conoce, cuando no es libre y se deja esclavizar por las cosas de éste
mundo y cuando se cierra completamente al amor infinito de Dios y a su perdón.
El verdadero amor de Dios se llama perdón. Perdón es la contraseña para
conectarnos al wi-fi de Dios y recibir toda la riqueza que viene de Él: Gracia,
Misericordia y Paz; para resucitar y ser como los ángeles en el cielo.
Quien
se ha dejado perdonar realmente vive, tiene vida, ha recibido la verdadera
vida. El pecado es lo que vuelve a engendrar la muerte y la separación de Dios.
Por eso es necesario que reavivemos el fuego del don de Dios en nuestra vida
que recibimos en nuestro bautismo para servir a los demás y dar buen testimonio
del nombre de Cristo.
Servir
a Dios es un privilegio, pero también una responsabilidad porque debe hacerse
sin segundas intenciones, con un corazón limpio de todo mal deseo. El servicio
para que sea cristiano y esté libre de toda corrupción, debe tener ciertas
características. Debe realizarse con la alegría que brota de una conciencia
limpia; tiene que ser reflejo de la bondad divina, siempre dispuesta a dar lo
mejor de sí; debe estar fundado en la honestidad, es decir, buscando
sinceramente el bien de los demás y no la propia conveniencia.
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