“No se puede encerrar la religión en la sacristía”: Comentario 05 de Junio del 2018

                                                            Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos

 Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 

Parroquia Santa Marìa de los Ángeles




Siempre habrá gente sarcástica que eche en cara su fe a los cristianos. Se burlarán de todas las tradiciones que con el tiempo han conformado la sana doctrina del Señor. Se burlarán de los que creen que hay resurrección y vida nueva, y luchan por alcanzarla.
Precisamente porque es bueno, Dios no aniquila al hombre que peca, sino que espera su conversión. Y no hay nadie en el mundo que no necesite su paciencia y misericordia. En primer lugar, Dios es el Señor de la creación, del tiempo y de la historia. El tiempo en que ocurrirá su propio juicio lo ha determinado Él mismo. Lo que corresponde a los auténticos creyentes es permanecer en la esperanza activa: “Puesto que todo va a ser destruido… ¡con cuanta santidad y devoción deben vivir ustedes!
Confiando en la Palabra de Dios, que es lo único que determina el tiempo del castigo, es como se logrará alcanzar la santidad de vida. Nadie sabe el momento en el que Dios lo llamará a su presencia, pues el día del Señor vendrá como un ladrón, por eso el esfuerzo por sacudirse las propias miserias y convertirse a Dios ha de ser constante. Quien no se esfuerza por vivir su fe con autenticidad, perderá eternamente el amor del Señor.
Las últimas palabras del apóstol constituyen una bella exhortación: “Conozcan mejor a nuestro Señor y Salvador Jesucristo y crezcan en su amor”. Porque nadie ama lo que no conoce, es de gran importancia que los cristianos se esmeren en instruirse y conocer más profundamente su fe, y en cultivar una experiencia viva del amor de Dios en su vida. Así, quien ha conocido a Dio, difícilmente irá en pos de falsos maestros y crecerá en él el deseo de darlo a conocer a los demás.
El evangelio de hoy es un texto muy utilizado por los no creyentes o por los poco creyentes. Apoyándose en la distinción entre lo “del Cesar y lo de Dios” han provocado un gran lastre: separar la fe de la vida cotidiana, especialmente la vida política, económica y civil en general.
La disputa es resuelta por Jesús centrándose en una imagen: la del César. “Si es su imagen, denle –este dinero- que es suyo”; diría el Señor. Pero surge la pregunta ¿qué es lo de Dios? La cuestión se resuelve igual, buscando la imagen de Dios: el hombre. Denle a Dios lo que es suyo, es decir, devuélvanle al hombre, con todo lo que tiene que ver con él, su vida social, civil, política, etc. Todo lo que tenga que ver con el hombre es interés de Dios, porque es su imagen.
La consecuencia de la separación entre la fe y la vida ha provocado desequilibrio, sobre todo psíquico-espiritual, las grandes injusticias sociales, una doble moral –una cosa es la que se vive en la Iglesia y otra la del mundo- y una pérdida de los valores que dignifican al hombre.
Hoy, como nunca, este dicho del Señor tiene vigencia misionera en el campo social, especialmente. No se trata de instaurar teocracias, pero sí darle su lugar protagónico a la fe en la formación de la conciencia social. Es un desafío para el cristianismo lograr la sana participación en la vida social, sin buscar privilegios que le impedirán trabajar por el hombre. Por tanto, este dicho nunca podrá ser utilizado como argumento para encerrar la religión en <<la sacristía>>, ni excluirla de los campos educativos, pues va en sentido contrario a todo esto.

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