El significado de 15 invocaciones “curiosas” de la Letanía de Nuestra Señora
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Aleteia | Abr 07, 2018
Vaso digno de honor... Torre de Marfil... Casa de Oro... ¿Por qué nos referimos así a María? Además, ¿cuál es el origen de las letanías?
La palabra letanía tiene un origen griego y quiere decir súplica. Desde los inicios de la Iglesia, las letanías fueron utilizadas para indicar las súplicas rezadas en conjunto por los fieles, particularmente durante las procesiones.
Letanía lauretana
Una de las letanías más conocidas rezadas en la Iglesia es la “letanía lauretana”, que rinde homenaje a Nuestra Señora.
Cuando la casa en la que Nuestra Señora había vivido en Tierra Santa fue transportada milagrosamente a la ciudad de Loreto, en Italia, en 1291, el milagro se difundió rápidamente y dio inicio a numerosas peregrinaciones. Con el tiempo, los peregrinos compusieron una serie de súplicas a Nuestra Señora, que la invocaban por sus más importantes títulos espirituales.
Esas letanías, que empezaron luego a ser cantadas en el santuario, se popularizaron por los peregrinos en todo el mundo católico.
Es a causa de su origen en el santuario de Loreto, además, que la letanía más tradicional en honor de la Santísima Virgen se llama “letanía lauretana”.
A lo largo de los tiempos, los Papas también añadieron algunas invocaciones y otras fueron añadidas para honrar la protección de Nuestra Señora a alguna orden religiosa, como hacen los carmelitas (ellos añadieron cuatro invocaciones propias a la letanía lauretana). El cuerpo central de las letanías, sin embargo, permanece el mismo.
La estructura de la letanía
Las invocaciones iniciales no se dirigen a Nuestra Señora, sino a Nuestro Señor Jesucristo y a la Santísima Trinidad: “Señor, ¡ten piedad de nosotros! Jesucristo, ¡óyenos!” … ¿Por qué? Porque todo en Nuestra Señora nos conduce a su Hijo divino y, por medio suyo, a la Santísima Trinidad, que es nuestro fin supremo. La Santísima Virgen María es el mejor camino para llegar a Dios.
Después de esta introducción de la letanía, siguen tres invocaciones en las cuales pronunciamos el nombre de la Virgen, santa María, y recordamos dos de sus principales privilegios: ser Madre de Dios y Virgen de las vírgenes.
Enseguida, hay varios grupos de invocaciones a Nuestra Señora:
- 13 invocaciones para honrar la maternidad de Nuestra Señora
- 6 invocaciones para honrar su virginidad
- 13 invocaciones que son figuras simbólicas
- 4 invocaciones de su misericordia
- 12 invocaciones de María como Reina
Las 13 figuras simbólicas
En general, es en el grupo de las 13 invocaciones con figuras simbólicas que surgen las mayores dificultades de comprensión por parte de los fieles.
Nuestra civilización se ha cerrado al simbolismo, de modo que aquello que podría haber sido evidente en otras épocas hoy está oscurecido por el espíritu práctico de la vida contemporánea, que no favorece la meditación ni la contemplación de las maravillas de la creación.
A continuación el significado de esas 13 invocaciones simbólicas:
Espejo de Justicia – Justicia, aquí, se entiende en el sentido más amplio de la santidad. Nuestra Señora se llama así porque es un espejo de la perfección cristiana. Toda perfección puede ser admirada en ella, del mismo modo en que podemos admirar una luz reflejada en el agua.
Sede de sabiduría – Nuestro Señor Jesucristo es la Sabiduría, pues, siendo Dios, todo lo sabe y todo lo conoce. Y si Nuestra Señora lo llevó dentro de sí durante nueve meses, ella fue, por eso mismo, la sede se la Sabiduría – y sigue siéndolo, pues en ella, infaliblemente, encontramos a Nuestro Señor.
Causa de nuestra alegría – La verdadera alegría va mucho más allá de la risa, incluso porque reír mucho no siempre significa felicidad. La mayor alegría que un hombre puede tener es la de salvarse y estar con Dios por toda la eternidad. Ahora, antes de la venida de Nuestro Señor, el cielo estaba cerrado para nosotros. Fue el sacrificio del Calvario que nos reconcilió con el Creador y nos proporcionó la verdadera y eterna felicidad. Y como fue por medio de Nuestra Señora que el Redentor de la humanidad vino a la Tierra, María Santísima es, de esta forma, causa de nuestra mayor alegría.
Vaso espiritual – Nada tiene más valor que la verdadera fe. En la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, cuando hasta los apóstoles dudaron y huyeron, fue Nuestra Señora quien recogió y guardó, como en un vaso sagrado, el tesoro de la fe inamovible.
Vaso digno de honor – En nuestra época, la honra casi no es considerada, por el contrario, muchas veces la falta de carácter y de vergüenza es alabada, como en las manifestaciones llamadas culturales en que se enaltecen los desvíos de comportamiento como los “malandros” – y luego se quejan de los resultados obvios de violencia, corrupción y colapso de la ciudadanía… Sin embargo, la honra es un valor en sí mismo. Nuestra Señora guardó cuidadosamente en su alma todas las gracias recibidas, manteniendo la honra a pesar de la decadencia del género humano. Si no hubiera existido Nuestra Señora, habría faltado en la creación quien representara la perfección de la criatura, fiel hasta el heroísmo extremo.
Vaso de insigne devoción – Devoto quiere decir dedicado a Dios. La criatura que más se dedicó y vivió en función de Dios fue Nuestra Señora, habiéndolo hecho de forma tal que mejor era imposible.
Rosa mística – La rosa es considerada tradicionalmente la reina de las flores, la que posee de forma más definida y espléndida todo lo que caracteriza a una flor. De la misma forma, en el campo de la vida espiritual y mística, Nuestra Señora posee de forma más primorosa todo lo que representa la perfección.
Torre de David – Leemos en las Sagradas Escrituras que el rey David tomó la fortaleza de Jerusalén de los jebuseos y edificó la ciudad alrededor de ella. Naturalmente, el rey David fortificó la ciudad para volverla inexpugnable, dotándola de una fuerte guarnición. La Iglesia católica es la nueva Jerusalén y en ella tenemos una torre o fortaleza que ningún enemigo puede destruir: a Nuestra Señora. Ella construyó el punto de mayor resistencia y mejor defensa. Por eso, en esta invocación honramos a Nuestra Señora reconociendo que nunca ha habido, nunca habrá, quien mejor proteja a los fieles y defienda la honra de Dios que ella.
Torre de marfil – El marfil es un material de raras características naturales: es al mismo tiempo muy fuerte y muy claro, lo que genera un aparente contraste entre suavidad y fuerza. Igualmente, Nuestra Señora es muy fuerte espiritualmente, la mayor enemiga de los enemigos de Dios y, al mismo tiempo, es de una pureza y suavidad blanquísima. Ella contraría las ideas falsas de que las cosas de Dios deben ser dulcificadas y sentimentales y de que la fuerza verdadera debe ser bruta.
Casa de oro – El oro es considerado el más noble de los metales. Si tuviéramos que recibir al propio Dios, buscaríamos hacerlo en una casa que no fuera superable: de ahí la comparación con una casa de oro. Ahora, la Santísima Virgen es esa casa insuperable, la “casa de oro” que acogió a Nuestro Señor cuando Él vino al mundo.
Arca de la Alianza – En el Antiguo Testamento, quedaban guardadas en el Arca de la Alianza las tablas de la Ley dadas por Dios a Moisés, así como un puñado de maná milagrosamente recibido en el desierto. Por eso, ella recordaba las promesas y la protección de Dios. Nuestra Señora es, en el Nuevo Testamento, el Arca de la Alianza que protege al pueblo elegido de la Iglesia y recuerda las infinitas misericordias de Dios.
Puerta del cielo – Nuestra Señora es invocada de esta manera porque fue por medio de ella que Jesús vino a la tierra y es por ella que nos vienen todas las gracias orientadas a llevarnos al cielo, a nuestra morada eterna. Así, ella favorece nuestra entrada al cielo.
Estrella de la mañana – Poco antes de que nazca el sol, cuando la oscuridad es mayor y empieza a clarear, aparece en el horizonte una estrella de mayor luminosidad. Después, cuando las otras estrellas desaparecen en la claridad naciente, ella aún permanece. Así fue Nuestra Señora, pues su nacimiento significaba que luego nacería el Sol de la Justicia, Nuestro Señor Jesucristo. Y cuando la fe se perdía hasta entre el pueblo elegido, ella seguía creyendo y esperando. Ella es el modelo de la perseverancia en la prueba y el anuncio de la Luz que vendrá.
Estas son, en resumen, algunas explicaciones de las más “curiosas” invocaciones marianas que componen la Letanía Lauretana. Comprenderlas ciertamente nos ayudará a rezar con mayor fervor tan meritoria oración.
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Adaptación del texto de André Damino en “Na escola de Maria”, Ed. Paulinas, 4ª edição, São Paulo, 1962, y traducido al español, por Aleteia.
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