Sabia virtud de valorar el tiempo
Uno de los problemas que solemos encontrar a la hora de hacer las cosas, es el del tiempo. Incluso en estos momentos de confinamiento casero, en los que (se supone) tendríamos más tiempo para dedicarlo a cosas que no hacemos habitualmente, el reloj nos sigue corriendo.
La oración es de las primeras cosas en nuestra vida que se ve afectada por el tiempo, decimos que no tenemos el suficiente, pero cuando lo conseguimos, no son pocas las veces que nos pasamos ese rato mirando el reloj, porque no siento a Dios.
Cuando esto sucede, nos solemos poner nerviosos y rápidamente la cabeza vuela a las mil cosas que podríamos estar haciendo en vez de estar ahí sentados. Como si creyéramos que Dios llega tarde a la cita que habíamos concertado.
Pero Dios sí que ha venido, el que no está soy yo, que llego a la oración de cualquier manera y casi siempre intentando sacar algo, más que disfrutar de este rato con El.
San Ignacio nos recomienda que ante la sequedad o el aburrimiento, alarguemos un poco más la oración, en que Dios se nos puede dar en cualquier momento, no sólo en los primeros minutos.
Aprender a esperar porque lo mejor está por llegar.
Hermanos, Dios nos bendice
Seamos Iconos
Padre Manuel de Jesús
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