No hay peor muerte que la del “Yoyismo”: Comentario 18 de Septiembre del 2018
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
“Al verla, el Señor tuvo compasión de ella”.
No llores mujer; deja el llanto para el que no tiene fe, para el que ha perdido
toda esperanza; déjalo para el que voluntariamente vive en la duda, porque ha
rechazado conscientemente la verdad; déjalo para el que en las cosas de la vida
busca más bien el placer que el deber y en consecuencia no se encuentra sino
con la frustración y la amargura.
Si
no quieres llorar, cree; pero si crees, ¿Por qué lloras? ¿No crees en la
providencia de Dios? ¿No crees en la bondad infinita de Dios? ¿No crees que
Dios es tu Padre y como verdadero Padre quiere tu bien, que busca tu bien aun en aquellas cosas que tú
no puedes comprender?
El
Señor tuvo compasión de la pobre madre privada de su hijo; nosotros debemos
tener compasión de todos cuantos sufren; todos ellos nos deben inspirar
compasión y hemos de sufrir con los que sufren, angustiarnos con los oprimidos,
llorar con los que lloran y gozar con los que se alegran. Es más, Jesús nos ha
dotado con una gama de cualidades y dones, de los cuales debemos sentirnos
agradecidos y también, ponerlos al servicio de los demás. Pero la muerte llega
a la vida de una persona cuando hay más preocupación por el tener y hacer que
por el ser; cuando se trata de conquistar todo el oro del mundo pero no
compartirlo con los demás.
“¡Joven, te lo ordeno: levántate!”. Jesús
se preocupa por nuestro estado de muerte espiritual que nos trae como
consecuencia el pecado y, por eso, nos dice que abandonemos nuestra camilla y
nos levantemos, porque Él es el Dios de la vida y de la familia, el Dios del perdón,
de la reconciliación y de la gracia. Jesús no quiere que sigamos muertos en
vida, nos invita a que soltemos las cadenas de la esclavitud, que no hay peor
muerte que la de aquella persona que no se quiere levantar, que no quiere
dejarse transformar y la que no acepta la vida de gracia en el amor
Misericordioso de Dios.
Por
ello es que no nos afligimos ni nos preocupamos por los demás; por eso es que
hay tanta indiferencia en nuestra vida y, por eso, es que si respiramos y
obramos sólo es en beneficio y provecho personal. No hay peor muerte que la del
“Yoyismo”, la de vivir para uno mismo, contentándose en el propio egoísmo,
permaneciendo aislados de los demás, y “manteniendo la certeza” de que un día
llegará el momento de abandonar este mundo y se acabe todo.
¡Qué
tragedia que nos aferremos a nuestra camilla porque ya nos acostumbramos a ella
y no queramos dar el brinco definitivo al encuentro de Dios y de la familia, a
la novedad, al compromiso y a la vida. ¡Qué tragedia! No puede ser que hayamos nacido
solo para morir, que veamos únicamente este mundo como un pantallazo, como un
flashazo deslumbrante y después se acabe todo, y que en ese mundo, nos veamos
solamente a nosotros mismos.
Hoy
Jesús nos invita a levantarnos de nuestro individualismo, ignorancia y
pesimismo. Recuperemos la vida de gracia en el Señor y entendamos que Jesús nos
invita a creer en Él, para que creyendo en Él seamos capaces de ofrecer la
misma vida, de actuar ante “el cadáver del mundo” que tenemos frente a nuestros
ojos. Jesús no nos propone una fe pasiva, Jesús nos propone una fe activa y
comunitaria, no individual, muerta y sin obras.
No
nos olvidemos que estamos llamados a transmitir el mensaje de Jesús; que
debemos asumir nuestro papel profético y, aunque nos hallemos ante un
“cadáver”, asumamos la confianza de poder hacer revivir esos huesos áridos por
la fuerza de la Palabra de Dios.
Comentarios
Publicar un comentario