Es necesario dejarnos amar por Dios: Comentario 19 de Septiembre del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
“Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan, ni
bebe vino y ustedes dicen: tiene un demonio”.
El mundo todo lo interpreta mal y torcidamente; para él todo está mal y hasta
las mismas acciones de los santos son mal interpretadas, ya que cuando el hecho
en sí no solamente es bueno, sino que aparece como bueno, se sospecha al menos
de las intenciones por las que se hace el acto bueno.
El
evangelio te pide que siempre pienses bien de todos y que cuando puedas
justificar el acto en sí, debes al menos justificar las intenciones con las que
se realizó el acto.
No
debes pensar mal de nadie nunca:
-Porque
nadie te ha constituido a vos como juez de tu hermano; eso es algo que Dios se
reserva para sí mismo y de lo que no hace partícipe a ninguna criatura;
-Porque
para juzgar a uno, es preciso e indispensable el conocimiento total y adecuado
ya de la persona que realiza el acto, ya de las intenciones y móviles que la
impulsan a obrar, ya del criterio que se ha formado de las cosas y en
particular del hecho realizado.
Y
vos nada de esto puedes saber, ni conocer; luego, la más indispensable
prudencia te exige que te abstengas de emitir cualquier juicio sobre los actos
de tu prójimo.
Si
tú mismo no eres capaz de juzgarte a ti mismo, porque desconoces toda la
amplitud de responsabilidad que te compete, cuanto menos podrás conocer la
parte de responsabilidad que tiene tu prójimo en los actos que realiza.
“Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen:
es un glotón y un borracho”. Jesús vino para salvar
a los hombres; por eso ha querido asemejarse al hombre en todo menos en el
pecado, como dice San Pablo. Jesús tenía que presentarse ante nosotros como
modelo y ejemplo en todas las circunstancias.
Cuando
una persona no ha aprendido a amar a Dios y a los hermanos como se debe, se
corre el riesgo de solamente juzgarlos, criticarlos y hasta condenarlos. El
amor siempre busca el bienestar para los demás, no solamente para uno mismo.
Por eso, es que, cuando falta el amor dejamos de responderle a Dios como se
debe, dejamos la comunidad, dejamos de ser felices y de disfrutar la vida;
dejamos de acoger el llamado de Dios que nos invita a participar en su Reino.
Tengamos
mucho cuidado de que el tiempo no se nos vaya a escapar de las manos, no vaya a
sucedernos que pensemos que las circunstancias, el ambiente o los demás son el
problema, cuando en realidad, el problema seamos nosotros que somos demasiado
egoístas y arrogantes y, por eso, despreciamos cada oportunidad que Dios nos
presenta para salvarnos. No caigamos en la tentación de decir o pensar que no
somos felices por lo que dijo la Iglesia o por lo que no dijo; por el papa que
está o por el que no está; porque es primavera y no verano y cuando es verano
porque no es invierno.
Se
es capaz de ser libre cuando se ama y, la salvación Dios me la ofrece hoy, en
este momento y, se acoge este llamado de parte de Dios cuando hay caridad. Cuando
hay demasiado ensimismamiento y amor propio podemos llegar a parecernos a los
niños caprichosos que, en un momento quieren una cosa y después ya no la
quieren más, cambian fácilmente de parecer y, por último terminan por quedarse
con nada. Por eso, para responder al llamado de Dios, para acoger su reino en
nuestro corazón es necesario dejarnos amar por Él y, de este modo, poderle
responder también a Él con amor en el servicio a nuestros hermanos.
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