Vivir con Cristo es permanecer joven: Comentario 11 de Mayo del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Es
claro que el hombre tiende siempre a crecer, no sólo físicamente o en edad,
sino en la forma de concebir y en llevar adelante la vida. Se crece en bondad y
santidad, si uno elige ese camino. Se crece en la malicia y egoísmo, si,
también, uno va por ese rumbo.
Es
importante orientar la propia vida y empezar a caminar con decisión y pidiendo
la ayuda del Señor. Todos sabemos que la juventud no es cuestión de años sino
de Espíritu, de espíritu optimista, generoso, alegre y siempre confiado en el
Señor.
El
espíritu juvenil no se hereda, sino que se conquista. Por eso hay que
proponérselo todas las mañanas y no dejarse vencer por el pesimismo o el
cansancio. Para esto último, el Señor nos enseñó cómo hacerlo: “Vengan a mí
todos los que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré
descansar”. Esa es la receta para no cansarse y no envejecer prematuramente.
Para
aliviar el cansancio, y a veces la desesperación, hay que aceptar la invitación
de Cristo de ir con Él. No hace falta estar con Él para tener la capacidad de
llevar a cuestas todos los pesos que la vida impone. Lejos de Él no hay fuerza
humana que aguante el acoso de los problemas que se van presentando. Pero
sabemos que estando cerca de Cristo con el pensamiento, la oración y la
obediencia a su mensaje encontramos esa energía espiritual que nos da paz y
perseverancia.
Ir
en pos de Jesucristo quiere decir también aprender a seguir su ejemplo de
paciencia y humildad de corazón. Lo que Él nos pide es la observancia del
evangelio que no es una carga pesada, insoportable, pero sí algo que exige
sacrificio. Con la ayuda de Jesús, uno no pierde tranquilidad, sino que gana
nuevas energías en la batalla de la vida.
Con
Jesucristo en la mente, en el corazón y en la lucha, no se pierde la juventud
del espíritu, sino que la revive en cada problema superado. Vivir con Cristo es
permanecer joven. Como misioneros no podemos pensar individualmente, buscando
estar con Cristo para quedarnos jóvenes, sino que debemos contagiar esa misma
juventud a los otros, mostrándoles un rostro alegre y una vida pujante de
actividades a favor de los demás.
A
pesar de que el promedio de años de vida ha ido en aumento, no obstante muchos
envejecen prematuramente: a los 15-18 años ya están acabados a causa de los
vicios. Es necesario inyectar en la sociedad de hoy sangre juvenil que se
alimenta con la presencia de Cristo en la mente y en el corazón.
La
religión no es el opio de los pueblos, sino la vida para los hombres de todos
los tiempos. No solamente los discursos pueden convencer a los viejos de hoy
que la medicina de Cristo puede inyectarles juventud; el testimonio actual de
los cristianos es lo que puede iluminar sus mentes y abrir sus corazones.
Es
por eso que el evangelizador debe estar siempre abierto al espíritu juvenil de
Cristo y no ceder nunca al cansancio y al envejecimiento, porque el que está
unido a Dios no puede envejecer. Para llegar al hombre nuevo, es preciso sufrir
un proceso de purificación hasta eliminar al hombre viejo. El hombre que no se
renueva, entorpece su vida y la de los demás. Una vida nueva, quiere decir
pertenencia total a Dios.
El
tema de la alegría está asociado a la salvación y a la acción de Dios. No se
trata del tipo de gozo momentáneo o pasajero; es la verdadera alegría, la que
no termina porque es perenne, como la presencia y salvación de Jesucristo. En
su nombre todo será posible, por tanto, la oración cristiana es fuente de
alegría por el encuentro con el Señor. El cristiano vive de Dios, y donde lo
encuentre, encontrará la plena y verdadera alegría. La espiritualidad cristiana
debe madurar hasta experimentarla, y no buscarla como distracción o narcótico
ante los sufrimientos presentes; tiene que llegar a ser un motor de la actividad
cotidiana.
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