NOVENA DE NAVIDAD - TERCER DIA
NOVENA DE LA SANTA NAVIDAD
S.D. LUISA PICCARRETA
MODO DE HACERLA
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Oración inicial:
Señor mío Jesucristo, postrado ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo
Corazón que me admitas a la meditación de los Excesos de tu Amor en el misterio de tu
Encarnación. Dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus
padecimientos, mientras medito el ____ Exceso de tu amor. Y a ti Madre Inmaculada, te
pido que me encierres en tu Corazón, y que me hagas un pequeño lugar en tu seno
materno, para que pueda contemplar, comprender y
acompañar a tu Hijo Jesús en este misterio, e imitándolo a Él y a Ti, deje de reinar en
mi a la Divina Voluntad, como en el Cielo así en la tierra. Amén.
Al terminar cada meditación:
Se reza un Padre Nuestro, Ave María y Gloria. Pidiendo el Reino de la Divina Voluntad
sobre la tierra, y por las intenciones del Santo Padre y de toda la Iglesia.
Inicio de la Novena
En una novena de la Santa Navidad, aproximadamente a la edad de diecisiete años me
preparé a esta
fiesta, practicando diferentes actos de virtud y mortificación, y honrando especialmente
los nueve meses que Jesús estuvo en el seno materno, con nueve horas de meditación
al día, relativas siempre al misterio de la Encarnación
TERCERA HORA
Una voz interior me decía:
“Hija mía, apoya tu cabeza sobre el seno de mi Mamá, mira”, dentro de él a mi pequeña
Humanidad. Mi Amor me devoraba, los incendios, los océanos, los mares inmensos del
Amor de mi Divinidad me inundaban, me incendiaban, levantaban tanto sus llamas que
se elevaban y se extendían por doquier a todas las generaciones, desde el primero
hasta el último hombre. Y mi pequeña Humanidad era devorada en medio de esas
llamas. Pero ¿sabes tú qué cosa me quería hacer devorar mi
Amor eterno? ¡Ah, a las almas! Y sólo estuve contento cuando las devoré todas,
quedando todas concebidas conmigo. Yo era Dios, tenía que obrar como Dios, debía
tomarlas a toas; mi Amor no me habría dado paz si hubiera excluido a alguna.
¡Ah hija mía!, mira bien en el seno de mi Mamá, fija bien los ojos en mi Humanidad
recién concebida y ahí encontrarás a tu alma concebida conmigo y también las llamas
de mi Amor que te devoraron. ¡Oh, cuánto te he amado y te amo!”
Yo me perdía en medio de tanto amor, y no sabía salir de ahí, pero una voz me llamaba fuerte diciéndome:
“Hija mía, esto es nada aún, estréchate más a Mí, dale tus manos a mi querida Mamá a
fin de que te tenga estrechada en su seno materno, y da una mirada más a mi pequeña
Humanidad recién concebida y mira el cuarto exceso de mi Amor”.
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