María y los Apóstoles de los últimos tiempos
Enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme al santo Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas, sin perdonar, ni escuchar, ni temer a ningún mortal por poderoso que sea.
Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María? Serán fuego encendido, ministros del Señor que prenderán por todas partes el fuego del amor divino.
Del Tratado de la Verdadera Devoción. Dominus Est. 17 de noviembre de 2019.
Sí, Dios quiere que su Madre Santísima sea ahora más conocida, amada y honrada que nunca. Lo que sucederá, sin duda, si los predestinados, con la gracia y luz del Espíritu Santo, entran y penetran en la práctica interior y perfecta de la devoción que voy a manifestarles enseguida.
Entonces, verán claramente, en cuanto lo permite la fe, a esta hermosa estrella del mar – María Santísima – y, guiados por ella, llegarán a puerto seguro a pesar de las tempestades y de los piratas.
Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María? Serán fuego encendido, ministros del Señor que prenderán por todas partes el fuego del amor divino.
Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: “Como saetas en manos de un guerrero”.
Serán hijo de Leví, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y muy unidos a Dios. Llevarán en el corazón el oro del amor, el incienso de la oración en el espíritu, y en el cuerpo, la mirra de la mortificación.
Serán en todas partes el “buen olor de Jesucristo” para los pobres y sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte.
Serán nubes tronantes y volantes en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse a nada, ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la Palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, descargarán golpes contra el demonio y sus secuaces, y con la espada de dos filos de la Palabra de Dios traspasarán a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo.
Serán los apóstoles auténticos de los últimos tiempos, a quienes el Señor de los ejércitos “dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos”.
Dormirán sin oro ni plata y – lo que más cuenta – sin preocupaciones “en medio de los demás sacerdotes, eclesiásticos y clérigos”. Tendrán sin embargo las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres a donde los llame el Espíritu Santo. Y solo dejarán en pos de sí, en los lugares donde prediquen, el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda ley.
Por último, sabemos que serán verdaderos discípulos de Cristo. Caminarán sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, y enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme al santo Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas, sin perdonar, ni escuchar, ni temer a ningún mortal por poderoso que sea.
Llevarán en la boca la espada de dos filos de la Palabra de Dios, sobre sus hombros el estandarte ensangrentado de la cruz; en la mano derecha el crucifijo, el rosario en la izquierda, los sagrados nombres de Jesús y María en el corazón, y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo.
Tales serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por orden del Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras e infieles.
San Luis María de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción
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